sábado, 31 de diciembre de 2005

End season

He escuchado cuarenta veces en las últimas veinticuatro horas la frase "qué rápido se pasó este año". Cuando chico, un año me parecía una eternidad. Terminaba un verano, empezaba a llover, había que ir al colegio y parecía que quedaba una eternidad para volver a tener días con sol y libertad. En cambio ahora es simplemente un ciclo, que sabes que se va a repetir porque uno nunca piensa que se va a morir ni nada de eso. Ahora la vida tiene que ser rápida. Es la dictadura de la rapidez. La promesa de que se pasa mejor apretando el acelerador. Yo igual soy sistémico y lo creo. La lentitud apesta. La lentitud es para cuando eres chico y todo te sorprende, o viejo y nada lo hace. Y como soy mitad chico y mitad viejo, el 2005 se me pasó lentísimo y no puedo decir la frase de marras.

Se lo comenté a mi madre y me dijo "es que no hiciste nada, por eso se te pasó lento". Pero yo creo que hice cosas. Pocas, y concentradas en el segundo semestre, pero las hice. Cosas que hace tres o dos años no habría hecho. El otro día la Coni me mandó un test -que pensé en publicar acá, pero luego me dio un ataque de pudor express y desistí- en el que tenía que poner, entre otras cosas, qué hacía yo hace diez, cinco, dos y un año. Y me costó encontrar hechos que merecieran ser contados. Es que mi vida es fome. Y esta es la parte donde debiera retroceder el cursor, sacar "es" y poner "era". Pero no estoy para ese tipo de decisiones.

Partí el año haciendo la práctica en una mugre de canal regional que nadie veía. Me tocó trabajar el primero de enero, incluso. Entré, por primera vez en mi vida, a un pabellón del Hospital Regional para sacarle la cuña a la mamá de la primera guagua del año. Así de cliché. Estuve en esas hasta mitad de mes. Exceptuando una semana en Licán, tuve las vacaciones fomes que he tenido siempre. Y chuteé la tesis hasta más no poder. Pensé en hacer un diplomado de guión en Santiago pero después saqué bien las cuentas y desistí. Y dediqué mi primer semestre a bolsearle once a Shó mientras avanzábamos a paso de tortuga en una tesis vinculada a otra investigación, cuyos integrantes nunca nos mandaban las matrices de análisis y los datos a tiempo. Dimos el examen de grado en agosto y me pareció una especie de obra de teatro, escenografía con logo universitario y mantos sagrados para la mesa incluídos, donde unos hacen de profesores examinadores malos y otros de alumnos nerviosos que triunfan en el final con moraleja. Después de dos semanas de burocracia universitaria, partí a Santiago. Primero en una esquina de la pieza de Germán con un saco de dormir y un colchón viejo, luego en una pieza para mí solo. Aprendí a cocinar arroz y tallarines, intenté ser sociable y me di cuenta que el exceso de tiempo libre es dañino. Me fue bien, pero a la vez mal. Volví por la razón que casi todos los que leen este blog saben, y que no es "jajaja, no encontró pega el loser". Y me dediqué a dibujar, a escribir, a leer blogs, a juntarme con amigos que no veía hace tiempo, a afianzar lazos con otros y a mirar tele con actitud de Al Bundy hasta ahora. Eso en resumen. Quería hacer un balance. Mis disculpas si los aburrí. No es todo, pero tampoco falta mucho. Fue un año parecido a otros en el sentido de que la vida me empujó y no yo a ella, pero distinto porque, especialmente ahora último, aprendí cosas que no sabía y que es muy patético no saber a los 23. Lo bueno es que ahora los calendarios y las fechas y las edades y los tiempos perdidos me dan lo mismo. Aunque no tanto como para no hacer un recuento a lo capítulo 138 de Los Simpson. De verdad creo que la gente se programa, conscientemente o no, cuando un año se termina y empieza otro. Aunque sea un burdo número, algo se renueva en el aire. Debe ser la suma de actitudes. Y, como sea, te influye. Y hasta me dan ganas de brindar en la noche en vez de irme a acostar refunfuñando "pero si este año va a ser la misma hueá que el viejo".

jueves, 22 de diciembre de 2005

Bendito verano

Son las 4:38 de la madrugada y no tengo una pizca de sueño, aunque me duelen los ojos como si tuviera. No queda mucha gente conectada a MSN. Mis amigos son gente decente que se levanta temprano para trabajar, estudiar o comprar regalos de Navidad para su gente. Acabo de abrir una nueva pestaña para visitar un sitio que ya se me olvidó cuál es. No alcancé a teclear la dirección. Así de mal trabaja mi mente a esta hora. Ñaño me muestra su carrete con unas suizas por webcam. Con la Daniela hablamos de lo fome que es ir a un matrimonio. Mi madre se acaba de levantar para ir al baño. Le pregunto desde acá si se siente mal, me dice que sí y le aconsejo que no vaya a trabajar mañana (en un rato más, mejor dicho), aunque probablemente crean que es una excusa para poder hacer las compras navideñas tranquilamente. Me da tan lo mismo esto de la navidad. Cuando chico la esperaba con ansias, lo que obviamente era causado por la promesa de regalos. Poco a poco se fue apagando la gracia. En todo caso, la navidad es más cool que el año nuevo. Yo siempre me deprimo los años nuevos. Empiezo a pensar en lo logrado y no logrado en el año que se va y el balance me resulta insuficiente.

En la Horizonte tocan In the morning of the magicians y me parece una canción de puta madre para terminar el día. No me gusta lo que dice, pero musicalmente me gusta mucho y es como para irse a acostar de amanecida, caminando hacia tu casa, enfundado en tus audífonos, después de haber estado con gente a la que le tienes cariño y haberlo pasado bien.

Este post como que da lo mismo.

sábado, 17 de diciembre de 2005

De mentira

Encontré un cuaderno de 1993 y estoy alucinando y este post parece que va a ser un bad cover version de un post del blog de 20six donde conté lo mismo, allá por el lejano y poco convulsionado 2004. Mi cuaderno es verde y en la primera hoja dice "Ciencias Naturales, JP, 6º Básico B". Tiene como cinco hojas de materia con mi manuscrita letra de ese entonces -de pendejo tuve la costumbre de querer retener las cosas en mi memoria y no en un soporte escrito, lo que me valió retos y malas notas en las infames "revisiones de cuaderno"-, un par de dibujos con lápiz scripto, y después dibujos míos, hechos en las vacaciones. Cuadrados, ciudades de mentira, canales de televisión de mentira con programas inventados por mí que igual eran bien basura ahora que los recuerdo, dibujos de esquinas de mentira con gente de mentira caminando por ahí, todos con vidas de mentira, las que me encargaba de relatar en no más de tres líneas insertas en un cuadradito de apoyo. Rayaba con las calles numeradas y los letreros de esquina. Mataba largas tardes de vacaciones de invierno y de verano dibujando esas cosas y creyéndome dios o algo así, con el poder de hacer desaparecer algo o alguien con una sola pasada de mi goma Factis que olía rico. Después evolucioné, o empecé a anotar la materia del colegio, y tuve que pasarme a blocks de dibujo. Eran más grandes y me permitían hacer que las cosas se movieran. Pero no me duró mucho. Como hasta los 12, máximo. De ahí quise cerrar los cuadernos y abrir la vida. Mala idea, pienso ahora. Nunca dejé que se metieran en mis cosas por miedo a que me pillaran esos cuadernos o esos blocks y no entendieran nada. O me empezaran a preguntar qué significan estas cosas tan raras. La sola idea de enfrentarme a un cuestionario de ese tipo me parecía estresante. Así que boté algunos, exilié a otros en las piezas-bodega del patio y guardé unos pocos, los más queridos, cerca pero lo suficientemente ocultos o protegidos como para no exponerlos. Se me fueron olvidando. Alguien los sacó de mi pieza, los metió en una caja y yo no me percaté. Pese a que siempre guardo todo. Tengo un cajón del mueble lleno de cuadernos: del colegio, de la universidad, comprados porque sí, casi todos de la era pre-internet, cuando tenía proto-blogs en cuadernos o en agendas que me regalaban y no sabía qué uso darles porque no tenía ningún compromiso que anotar. Hurgando ahí fue que encontré el objeto que no me dejó dormir anoche de puro entretenido que estaba. Entretenido con rabia. Rabia porque cuando chico no perdía tanto el tiempo, aunque madres, hermanas, profesores y yo mismo asegurábamos que sí. Y de tanto oír que sí fue que decidí empezar a ganar tiempo y no me di cuenta que lo estaba perdiendo más que antes. No me di cuenta hasta ahora. Ahora que veo a compañeros de colegio o de universidad yéndose a Barcelona o a Buenos Aires o adonde sea, autocomplacidos con sus títulos y sus becas, ganando plata, llenos de optimismo. Y yo sigo acá decidiendo si invento vidas en las hojas sobrantes del cuaderno de Naturales o me pongo una camisa y comienzo a cumplir con lo que todo el mundo sigue esperando de mí. Quizás debería mezclar las dos cosas. Enero promete, ciertas cosas deberían empezar a cambiar en ese momento y no puedo seguir perdiendo tiempo. Y menos creyendo ingenuamente que lo gano. O lidiando con las expectativas de gente más ingenua que yo pero que se cree aguda por quién sabe qué razón. Chao, me voy a dibujar ciudades de mentira.

lunes, 12 de diciembre de 2005

Yo boto

Creo que en todo el año no me había despertado tan temprano como ayer. El ajetreo pre-votación me impidió dormir más allá de las nueve y media. Nunca iría a votar antes de las once. Me da pánico ser forzado a ser vocal de mesa. De hecho, ayer no habría ido a votar de no ser por el pánico a las ochenta lucas de multa. Maldita democracia militarizada en la que los derechos son deberes. No sé en qué estaba pensando cuando me inscribí. Tenía 19 años, era un soleado mediodía primaveral y yo creía que las cosas que no me gustaban se podían cambiar con un voto. Con Shó hicimos cuatro horas de fila que terminaron en un achoclonamiento de cien personas en un pasillo de dos centímetros que conducía a una oficina donde una adorable y lenta viejecita llenaba los datos de toda esa juventud cívicamente consciente, de poleras coloridas y sonrisas ingenuas. En el apretujamiento todos echaban tallas fomes en vez de quejarse. Eramos una tropa de felices.

Nunca me parece que vive tanta gente en esta ciudad hasta que veo la cantidad de autos estacionados o tratando de circular por Balmaceda durante el día de las elecciones. El liceo en el que voto parece una fábrica abandonada por fuera, y un reformatorio por dentro. Me equivoqué de fila porque los letreros que indicaban la ubicación de las mesas estaban cambiados. Pero un tipo que hacía la fila me advirtió a tiempo. No entiendo por qué hombres y mujeres votan separados. ¿Cuál es la supuesta amenaza que significa mirar chicas lindas en la fila en vez de tipos feos? Me aburriría menos. Capaz que hasta sería más agradable ir a votar: le quitaría esa atmósfera de cantón de reclutamiento a los locales de votación.

En la noche caché que el resultado fue el que todo el mundo suponía y me puse a ver un programa en MTV sobre minas que se hacen cirugías o algo así. Apagué la luz temprano y me dio gusto romper con la rutina. Descubrí que me gustan los eventos aunque no sean tan relevantes como aparentan. Soy como esos supuestos ovnis que vienen a observar los fenómenos importantes que pasan en este planeta. Me gusta el movimiento y moverme un poco yo. Quizás por eso no me parece tan malo estar inscrito, aunque diga que me arrepiento y con ganas. Sé que no voy a poder cambiar mucho con una raya en un papel. Pero sí puedo botar algunas cosas. Cambiar lo que me rodea haciendo algo o dejándolo de hacer. Para bien o para mal -para bien, debería ser-. Es lo que necesito entrenar.

sábado, 10 de diciembre de 2005

I'm gonna kick tomorrow

Alojo al bueno de Jotacé. Es nuevo esto. Nunca alojo gente en mi casa. Será porque todos mis amigos viven en sus hogares temperados con padres que les compran cosas. Y se dan el lujo de quejarse, algunos. Son tipos muy adolescentes todos. Ayer JC me decía que la teenage angst es muy propia de hijos de papi. Claro, un pendejo que sabe que su destino más promisorio es ser cajero del Jumbo no puede darse el lujo de odiar a sus papás. Ocupa su tiempo y su esfuerzo en cosas más primordiales. Y de seguro va descubriendo cosas que son realmente odiosas. Y se las toma con tranquilidad porque, bueno, hay que encontrar la forma más mentalmente saludable de lidiar con ellas.

Necesito un trabajo. Mañana. Ahora. Trabajo, trabajo, trabajo, como dice el viejo chucheta de la franja política, que ojalá que gane. No tengo idea qué propone, pero digo ojalá que gane porque soy susceptible a las estrategias comunicacionales como todos. Y soy tan ocioso que me gusta ver la franja política. La de los presidentes, sí. Las otras no le importan a nadie, son fomes. A excepción del viejo Velasco, claro. A propósito de las elecciones, soy tan vendido que pensé en ofrecerme por ahí para cubrirlas mañana. Me habrían pagado máximo diez lucas, que igual es plata que no tengo. Pero tengo una razón de peso para no hacerlo. Me gusta ver las transmisiones de la tele. Todo el día. Salvo esos programas del tipo "nosotros ya votamos", que es como para rellenar a la hora que no hay despachos ni cómputos y sale Alvaro Salas o quien sea y muestra orgulloso su dedo manchado, indiscutible e inútil seña de que cumplió con su deber cívico y que tú, flojo que estás en tu casa viendo tele, deberías ir ya a hacer lo mismo. No lo digo yo, lo dicen ellos. Bueno, la cosa es que me gusta ver los cómputos previos y la gente alegando porque declararon nulo un voto que era para el candidato de ellos. Me gustan los análisis repletos de obviedades y cómo te hacen creer que está pasando algo importante cuando en realidad no es para tanto. Son cosas que hay que ver. Cuando se murió el papa o se cayeron las torres gemelas, yo pegado frente a la tele. Mañana será lo mismo. Si igual algo de periodista debo tener.

sábado, 3 de diciembre de 2005

Lucky lucky you're so lucky

Estoy enojado porque VTR cambió las frecuencias de los canales, porque la vieja de Entel no me puede tirar las veinte lucas en llamados del chip nuevo al de mi número de siempre, porque me quedé dormido mientras veía el noticiero regional y no desperté hasta ahora y no fui a carretear como el lolo que soy. Esa es la gravedad de mis problemas. Veo películas y digo qué bueno que mi vida es así de relajada, pero igual alego.

Acepto mierdas en el centro. Acepto tarjetas navideñas de un candidato presidencial con sus dieciséis hijos, flyers del concierto de la semana en la aldea -Los Llaneros o algo así-, ofertas del supermercado, calendarios de otro candidato, promos de computadores obsoletos a cincuenta lucas, etc. Me dan lata los tipos que están parados ahí, todo el día, entregando papeles que el 90% vota en el siguiente basurero, o en su defecto en plena vereda. No sé evitar verme a mí reflejado. Autorreferencia pura, como siempre. Es feo trabajar así mientras todos languetean helados y toman de la cintura a sus chicas y celebran lo bien que les fue este año en lo que sea.

Ahora mismo pienso en salir a correr. Creo que afuera hay un mínimo viento. Podría llegar a La Picá, comprarme un churrasco mayo y volver. O pasar a lo de Nerdson y Pepo y ser un ñoño metalero y vivir en 1985. No, mala idea, deben estar durmiendo como los treintañeros que son. Podría llegar hasta Holandesa y tirar piedras a la casa de Díllei y quedarme un rato en la esquina viendo como pasan las camionetas. Luego bajaría por la avenida y me detendría a tomar una cerveza mala en algún tugurio del Carrusel. O quizás entraría a alguno que no conozca. Los que antes menospreciaba y ahora me parecen más amigables y no entiendo bien por qué. Como sea. No haré nada de eso. Cuando mis planes no salen como yo quiero, me autocastigo y me encierro. Y dejo de hacer algunas cosas que deseo. Como si así fuera a aprender. Y puede que se aprenda. No lo tengo claro, esos procesos son más bien inconscientes. Me carga no aprender cosas. Soy un fucking viejo chico y es viernes en la noche y estoy escribiendo en un blog.

domingo, 27 de noviembre de 2005

Post feliz

Hoy debería hacer un post feliz. Como que después de la tormenta viene la calma and stuff. Como que nada es tan terrible, como que mi madre insistió tanto que acepté que me regalara un celular nuevo -no podía decirle que sí altiro. Cesante, pero digno-, como que el jueves fui a la casa de la Laura, a quien no veía hace tiempo, y lo pasé bien. Conocí a su esposo Galo, vimos Vincent y compartimos nuestra aversión hacia los psicólogos, entre otras cosas. Como que hay una nueva edición de disorder y hay textos míos. Uno firmado y otro que me dará pudor reconocer a los 40. Me tratan bien en la intro. Me tratan de "buen tipo". Quisiera creer que soy un buen tipo. Mis agradecimientos a Camilo por el hype.

Tengo nuevos contactos en msn (ya sé que suena mega-ñoño, pero prefiero entretenerme por msn que aburrirme en el mundo real. La declaración de principios esquizoide de la semana). Me van a prestar un cd player y espero que ése no me lo roben. Cuando sea millonario me compraré un iPod. Y andaré con mi iPod en el bolsillo derecho y mi cortaplumas en el izquierdo. Aunque no sirva de nada.

Hoy no necesito un plan maestro.

jueves, 24 de noviembre de 2005

En Temuco no pasa nada.

Me asaltaron. Por la mierda, me asaltaron.

Nunca me habían asaltado en 23 años de vida.

Lo más cerca de eso fue cuando tenía 14 y venía con Díllei (sí, el mismo del post anterior) caminando por Bulnes de vuelta del colegio, y unos tipos de nuestra misma edad pero del Lechuga se nos ponen por delante y "ya poh, unas moneas, ya ya, las parkas", pero nosotros, en un acto de valentía que hasta hoy nos sorprende, pasamos por el lado de ellos, corremos, cruzamos Rodríguez y tomamos la micro hasta nuestras casas para después reírnos del asunto. Aunque Díllei no se reía tanto. Hay ocasiones en las que uno tiene que adoptar el rol de valiente.

Pero lo de ayer fue distinto. A las ocho, ocho y media. En pleno San Martín, camino en dirección a mi casa, tal como cientos de veces. Alguien me agarra por atrás. Pienso que es un conocido haciéndome una mala broma, pero me doy cuenta que no al ver dos pendejos -porque más de dieciocho no tenían, las pequeñas escorias- delante mío, impidiéndome que escape. "Pasa la hueá", me grita el que me tiene agarrado, sacándome los audífonos de los oídos. Yo, el muy idiota, en una maniobra pseudo-instintodesupervivencia, me meto la mano en el bolsillo de la parka y desconecto los audífonos del cd player y le digo "ya, llévatelos". Eso parece que calentó más al flaite, porque me mete la mano en el bolsillo y me saca el cd player mientras los otros decían flashbackianamente "tenis monea" y uno de ellos pregunta por el celular. Y en una avenida habitualmente movida, justo en ese momento no pasa nadie. Ni una micro, ni una vieja, nada. El cielo estaba gris, como aguantándose la lluvia. Y yo me quedé ahí, parado como imbécil, sin reacción, mientras los pendejos de la concha de su madre se escapaban por un pasaje de la Millaray, felices, mirando sus nuevas adquisiciones.

Sin cd player y sin celular caminé como zombie hasta Andes. Y ahí fue cuando me tiré a la calle, sin que me importara el colectivo que venía doblando y que gastó su cuota de bocina mensual en mí. Y corrí todas esas cuadras hasta mi casa. En una pésima ironía, me encuentro con la reja cerrada con candado. Mi paranoica abuela, que cree que van a entrar ladrones con máscaras de Chino Ríos pistola en mano a robarse las tres cajas fuertes y los diez millones en joyas que hay en la casa. Con los nervios no puedo abrir el candado. Me empeloto, tiro la cadena a la puerta, cierro la reja con rabia, dejándola tiritona, entro a la casa, mi abuela alega algo, grito "para qué mierda cierras, son las ocho de la noche, las cosas pasan afuera, no adentro", alega más fuerte, grita, me callo para que no le dé un infarto y se muera y después sea culpa mía, entro a mi pieza, tiro la mochila y la parka contra la persiana, prendo la tele y dejo Los Simpson en volumen máximo. Como siempre, en esta casa no hay nadie. Nadie que me pueda ayudar. Me conecto a MSN. Me pongo de nick "me asaltaron". Me llegan quince ventanas. Respondo las de quienes me importan. Me sorprendo con la buena onda de gente que recién me viene conociendo o casi no me conoce. Alguien me sugiere que llame a los pacos. ¿Para qué? No voy a recuperar mis cosas, y a los pendejitos víctimas del capitalismo despiadado los van a mandar al hogarcito de menores, porque pobrecitos. Además los pacos son unos ineptos. De hecho, algunos sólo se diferencian de los flaites que me asaltaron por el uniforme y el ridículo gorro. Pero en fin, no es con ellos la cosa.

Qué rabia. Casi dos meses en Santiago, caminando todos los días a altas horas de la noche, y nunca me pasó nada. Y me vienen a asaltar en este pueblo de mierda al que volví porque, argh, me da lata. Me acuerdo de todas las veces que dije "pero si en Temuco nunca asaltan" o "asaltan sólo a la gente hueona". Bueno, y yo debo haber sido un poco imbécil de caminar por la Millaray en un día de lluvia y a una hora donde todo el mundo está encerrado en sus casas viendo la teleserie. Como sea. No es una excusa para dejar de salir y tratar de vivir. Anoche temía que me dé el síndrome de Marge Simpson. Como en ese capítulo cuando la asaltaban y después no quería salir de la casa y se ponía a entrenar y se volvía musculosa. Ahora tengo que ir a Entel a bloquear el celular. Pero me siento inseguro. No sé, esto debe ser lo que siente una mina católica perdiendo la virginidad. Ya nada es como antes, ya no debería caminar tan confiado por la calle, ya no debería pensar que todo el mundo es bienintencionado. Y empiezo con las recriminaciones idiotas del tipo "y si hubiera bajado por Andes en vez de por Porvenir?". "y si me hubiera quedado cinco minutos más haciendo mi experimento sociológico en el mall?", "y si de plano no hubiera salido a ningún lado?", "y si me hubiera vuelto en micro?". Es idiota, pero inevitable. Autoflagelación pura. La maldad es un virus, y si no se proyecta a otros, te la terminas proyectando a tí mismo. Y no sé cuál de las dos cosas es más insana.

miércoles, 23 de noviembre de 2005

It's evolution, baby

Muchos cercanos fueron a Pearl Jam y yo no. Me da rabia. Mañana veré ocho nicks de msn sacándole pica al resto y golpearé la mesa o algo. Estuve a punto de comprarme la entrada, como buen cesante mamón, con la CMR de mi madre. Pero este mes ha sido una seguidilla de confusiones. No es el momento para premiarme. Además, como que quiero creer que en alguna parte del camino se me quedó lo grunge. Es un poco vergonzoso: tengo amigos que creen que odiar el hip hop, Miranda, Mekano, el Texas, Lavín y todas esas cosas fáciles de odiar es tener "postura". Igual a mí me queda mi poster de carátulas de Nirvana en la pieza, mis discos de esa época -de los pocos originales que tengo- y la ira pasteurizada adolescente. Ser grunge es como tener Windows 98. Supongo que por alguna parte hay que conseguirse la actualización. O hacer de una vez el esfuerzo y comprarse el computador nuevo. Allá afuera el mundo avanza y rápido.

Hoy estuve con mi amigo Díllei. Díllei era un predicador de la música electrónica y los módems de 14.4 allá por 1997, mientras otros cantábamos Smells like teen spirit chamullando el inglés de la letra. A Díllei lo pateó su polola y me vino a decir que deberíamos salir el fin de semana, como antes. "Nada es como antes", le respondí. "Ademàs, ese antes es demasiado antes". Díllei es un nerd, como yo. No siempre tenemos tema de conversación. Es el único tipo que es mi amigo desde los cinco años. Su polola -ex, más bien- fue la primera de su vida. Y desde que lo patearon, presumo, ya no le encuentra la misma gracia a su camioneta o a su megacomputador.

- Ya te quiero ver a ti comprometido- me dijo.
- Yo cacho que antes voy a ser millonario -dije, o pensé, ya no me acuerdo.

Afuera, lluvia, lluvia y más lluvia. Cómo va uno a odiar a la primavera y a las parejas de la mano que toman helado si afuera parece Junio. Con Díllei quedamos de salir este sábado y "hay que socializar poh". ¿A qué edad los autistas se vuelven camaleones sociales, los perdedores se dejan empujar por su cohibido talento, los temerosos de Dios se reconcilian con sus perversiones y los winners de siempre se ponen guatones? El grunge nos habló mucho de la adolescencia pero no nos explicó nada de lo que venía después. Quizás por eso los sobrevivientes son una generación vacía. Quizás por eso los atinados que crecieron escuchando Backstreet Boys, Vengaboys o, qué se yo, Limp Bizkit, funcionan mejor y pasan mejor los cambios. Ya van en cuarta. Y uno, en primera tirando a retroceso. Pésima metàfora para alguien que no sabe manejar.

viernes, 18 de noviembre de 2005

Slacker

Tengo mucho tiempo libre y he leído más blogs de la cuenta. Me gustan, me gusta que todo el mundo tenga blog y ya no sea la rareza geek del mes. Leer blogs es como conocer gente en una junta en la casa de alguien, pero saltándose las partes fomes. Los anónimos son notables porque la gente escribe lo que no se atreve a decir en un almuerzo cualquiera. Yo no tengo nada de anónimo, aunque no deja de parecerme sospechosa la idea de la sobreexposición. Si llegara a ser famoso o algo así -qué demonios estoy escribiendo- no sé cómo lidiaría con eso. A lo mejor por eso tengo intolerancia al éxito y me escondo para que no me encuentre. El minuto megalómano.

Soy mejor consumidor que productor. Alguien dijo algo parecido, en un libro, no sé, no me acuerdo. Tengo destellos de producción, pero llegan a las tres de la mañana de un miércoles con sobredosis de coca cola y euforia posterior. Y así como llegan, se van. El resto del tiempo fisgoneo, miro, saco conclusiones rebuscadas, descubro patrones y me alegro, me salen cinco dudas de una y me frustro. Si hubiera sabido a los 18 lo que sé ahora. Me encontré a mí mismo pensando esa porquería de frase el otro día, arriba de una micro, subiendo una escalera mecánica hacia la nada como la de Springfield, tratando de subir el cerro y aburriéndome a la mitad o antes, da lo mismo dónde. Fue como un yunque etáreo. 70 años encima. De una. Y yo que critico al bueno de Shovete. Si de abuelos hablamos, estamos todos en la misma. Adolescentes renegados. Post-adolescentes, para hacerle más justicia al carnet de identidad. Ese que dice que ya no soy tan joven, pese a que mi cara de pendejo drogadicto sin drogas en la foto se presta para engaños. Me siento culpable de ser joven, de tenerle pánico al mercado laboral y disfrazarlo cínicamente de actitud antisistema, de haber desperdiciado el momento justo hace años y estar pagando las consecuencias ahora. Quiero comprarme camisas que no sean de empleado público, quiero aprender a ser responsable, o de transformar mi improductividad en productividad. Lo que me frena es simple: desconfío del tornado que me puede agarrar y llevar lejos, pero a un lejos que no es el que quiero. Y ya sabemos, a los tornados no se les pide por favor ni se les toca el timbre de la puerta de atrás. Te dejaron en Tanzania y no te diste cuenta hasta que ya se te olvidó el camino de regreso. Regresar, demonios, quién mierda quiere regresar, lo que queremos todos es estar en el 2020 y decir qué idiota fui el 2005, como no apuré las cosas, ahora todo es excelente pero podría serlo más aún. Es sólo ambición. De la buena. De la que no le quita nada a otro. De la que se retroalimenta de los otros. De los que valen la pena. De los que se miran y se sacan frases o gestos para anotarlos en la libreta de futuros personajes. O presentes personajes.

miércoles, 16 de noviembre de 2005

Quema tu calendario

Las mañanas son la mejor hora del día. La luz es rica, sientes que tienes todo el día por delante, en blanco, para ser llenado de éxitos. Parece que cuando chico lo pasaba bien en las mañanas. Andaba en bicicleta, acompañaba a alguien a comprar algo, qué sé yo. Pero algo tengo con las mañanas.

Pero hace como dos años que no me puedo despertar si no es muy cerca de la hora de almuerzo. A menos que tenga caña o algo muy importante que hacer. En el segundo caso, ando con cara de zombie todo el día, cabeceando en las micros, cerrando los ojos frente a cualquier persona. No sé cuándo empezó todo esto. Parece que se juntaron muchos factores: adicción a las noches en vela frente al computador, un pésimo horario universitario, pocas cosas que valgan la pena ejecutables antes de las dos de la tarde. Y ahora me resulta más fácil desayunar el almuerzo y ver cómo el día se pone de pie cuando quedan pocas horas de luz natural. Me crea la ilusión de que el día se pasa más rápido, el año se pasa más rápido, la vida se pasa más rápido, pum, tengo 60 y no me di cuenta, de haber sabido en mis años de juventud todo lo que sé ahora, carajo.

El otro día me propuse algo: agarrar un hacha y aniquilar el reloj biológico. Y olvidarme de la edad que tengo. El sábado jugué a tener 17 años, a proveerme para la noche en Edipra, a tratar mal a la cajera que le cobró luca de más a Nano, a saludar a los lolos conocidos que estaban en el local, a gritar en una pampa como en el video de 1979, a creerme en 1999, a ser buena onda, a no ponerme un cortafuegos delante de la nariz. Al otro día desperté tarde de nuevo. Me caí bien, aunque no resultó del todo. O sí, no sé. Me gustaría creer que el tiempo es relativo. Que el haberme esforzado por despertarme hoy a las 10, salir y encontrarme con lluvia no fue una casualidad. Recién fui a ver Sin City y me gustó porque, entre otras cosas, relativiza el concepto de muerte. Como que me sentí más vivo a la salida del cine. Con más -o menos, si hilamos más fino- tiempo por delante. Iba a hacer un post sobre eso, pero no pretendo ser comentarista de cine y sí necesito sacarme de la cabeza la psicosis del tiempo. Del calendario, de la edad. De los números, los malditos números. Ahora no sé qué hora es. Error: acabo de mirar hacia la esquina derecha del monitor. Es inevitable.

viernes, 11 de noviembre de 2005

Abrir historial

Messengereo.

Un ex compañero de carrera me ofrece la Diners sin costo de mantención. Le exijo que me lea la letra chica. Tengo que tener una línea de crédito en el Citi. Voy incorporando a mi universo conceptos nuevos como "línea de crédito". Me dice que la otra opción es sacar cuenta corriente. Me rehúso a hacerlo. La primera razón es obvia -no tengo un maldito ingreso- y la segunda obedece a mi afán de mantenerme fuera del sistema mientras pueda. Soy una postal. Pero una postal que quiere comprar por Amazon. Una postal snob que quiere suscribirse a revistas extranjeras ocupando LanBoxs ajenas. Prometo pensarlo.

Ñaño me dice que vayamos al mall mañana. Este pueblo está revolucionado. Me cruzo en una esquina con alguien indeseado y en vez de decirme "y cómo estái, estái trabajando", me dice "mañana se abre el mall". Ya, ya, si yo también voy a ir, especialmente si hay un Burger King. Pero guardemos las proporciones. Ir a mirar zapatillas que no puedo comprar no me parece -tan- divertido. Más divertido es mirar a la gente. Me gustan las aglomeraciones. Lo que no me gusta es ser parte de una aglomeración que va hacia ninguna parte. Con mi no-direccionalidad me basta.

Le comento a Shó que estoy viendo Pasiones y que "Pasiones es un espanto". Me pregunta que entonces por qué lo veo. Le digo que me da curiosidad lo que pasa por la cabeza de quienes ven -y van- a ese programa. "Yo sé lo que les pasa: nada", me contesta, contestatario, el único grunge que queda en el 2005. Pienso que puede tener algo de razón, pero sospecho de los oneliners. Son como el Paulo Coelho de las discusiones. El dogma, la pared de cemento que impide que pase una sola gota de aire. La verdad que te rescatará del abismo y te librará de la tentación de ver qué hay más adelante de tu nariz.

Con Felipe conversamos sobre blogs. Concluímos que hay muchos bloggers escribiendo lo que no pueden o no quieren vivir. Yo mismo preferiría contar carretes extremos y éxitos laborales en vez de esta lata. Pero hay una camada de gente -pendejos, en su mayoría- que tienen la inteligencia y los medios para vivir y para conectar -módem emocional- y no lo hacen. Yo soy un adicto a internet, me permite saciar mi ansia de info, comunicarme con quienes me importan y conseguir música y material audiovisual gratis, pero ¿de verdad alguien cree que es más entretenido mirar a un monitor -aunque sea LCD- que tirarse en el pasto, pasar a mojarse con una regadora, contarle algo a alguien y ver la cara que pone, enojarse, hacer gestos raros en medio de la calle, andar en bicicleta, lo que sea? Un buen blog puede producir el mismo efecto de una buena película o un buen libro. Uno malo pero entretenido hace que te quedes viéndolo con cara de idiota mientras comes popcorn.

Y no le quiero hacer daño a nadie. De hecho, me gustaría hacer lo que otros han hecho por mí. Los que hicieron que me gustara escribir. Quizás sea hora de terminar ciertas cosas inconclusas. Idiota: tienes miles. Pero por algo hay que empezar. Así que, por hoy, cerrar sesión.

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Messengereo.

Un ex compañero de carrera me ofrece la Diners sin costo de mantención. Le exijo que me lea la letra chica. Tengo que tener una línea de crédito en el Citi. Voy incorporando a mi universo conceptos nuevos como "línea de crédito". Me dice que la otra opción es sacar cuenta corriente. Me rehúso a hacerlo. La primera razón es obvia -no tengo un maldito ingreso- y la segunda obedece a mi afán de mantenerme fuera del sistema mientras pueda. Soy una postal. Pero una postal que quiere comprar por Amazon. Una postal snob que quiere suscribirse a revistas extranjeras ocupando LanBoxs ajenas. Prometo pensarlo.

Ñaño me dice que vayamos al mall mañana. Este pueblo está revolucionado. Me cruzo en una esquina con alguien indeseado y en vez de decirme "y cómo estái, estái trabajando", me dice "mañana se abre el mall". Ya, ya, si yo también voy a ir, especialmente si hay un Burger King. Pero guardemos las proporciones. Ir a mirar zapatillas que no puedo comprar no me parece -tan- divertido. Más divertido es mirar a la gente. Me gustan las aglomeraciones. Lo que no me gusta es ser parte de una aglomeración que va hacia ninguna parte. Con mi no-direccionalidad me basta.

Le comento a Shó que estoy viendo Pasiones y que "Pasiones es un espanto". Me pregunta que entonces por qué lo veo. Le digo que me da curiosidad lo que pasa por la cabeza de quienes ven -y van- a ese programa. "Yo sé lo que les pasa: nada", me contesta, contestatario, el único grunge que queda en el 2005. Pienso que puede tener algo de razón, pero sospecho de los oneliners. Son como el Paulo Coelho de las discusiones. El dogma, la pared de cemento que impide que pase una sola gota de aire. La verdad que te rescatará del abismo y te librará de la tentación de ver qué hay más adelante de tu nariz.

Con Felipe conversamos sobre blogs. Concluímos que hay muchos bloggers escribiendo lo que no pueden o no quieren vivir. Yo mismo preferiría contar carretes extremos y éxitos laborales en vez de esta lata. Pero hay una camada de gente -pendejos, en su mayoría- que tienen la inteligencia y los medios para vivir y para conectar -módem emocional- y no lo hacen. Yo soy un adicto a internet, me permite saciar mi ansia de info, comunicarme con quienes me importan y conseguir música y material audiovisual gratis, pero ¿de verdad alguien cree que es más entretenido mirar a un monitor -aunque sea LCD- que tirarse en el pasto, pasar a mojarse con una regadora, contarle algo a alguien y ver la cara que pone, enojarse, hacer gestos raros en medio de la calle, andar en bicicleta, lo que sea? Un buen blog puede producir el mismo efecto de una buena película o un buen libro. Uno malo pero entretenido hace que te quedes viéndolo con cara de idiota mientras comes popcorn.

Y no le quiero hacer daño a nadie. De hecho, me gustaría hacer lo que otros han hecho por mí. Los que hicieron que me gustara escribir. Quizás sea hora de terminar ciertas cosas inconclusas. Idiota: tienes miles. Pero por algo hay que empezar. Así que, por hoy, cerrar sesión.

domingo, 6 de noviembre de 2005

We shall go on playing, or find a new town

Cuando algo me gusta mucho y no tengo ningún matiz para explicarlo, digo que es "cool". Cuando algo me frikea o me sorprende, digo "freak". Sí, muy 1995. Debe tener alguna relación con mis 13 años mentales. Y con mi nula incapacidad de separar lo increíble de lo simplemente adecuado.

Tengo que definir estos últimos días y no sé cómo. Extraños, supongo. Ese es otro lugar común que uso para disimular mi desconexión con la capacidad comprensiva de la mayoría de la gente que conozco. "JP. me acabo de meter a un gimnasio" "Qué extraño". "JP, hay que comer tres veces al día" "Qué extraño". "JP, vamos a conocer el Ripley nuevo" "Qué extraño". Y así. Es una excelente respuesta para no herir susceptibilidades innecesariamente.

Como sea. Estos días han sido extraños. El viernes, como en los viejos y alocados tiempos de adolescencia (¿?), terminé carreteando con gente que conocí esa misma noche durante el cumpleaños de una amiga, y llamando por celular a tipos cuyo nombre no recuerdo para averiguar las direcciones en las que seguía la fiesta. Parece que llegué a un carrete de gente que estudiaba Agronomía, no estoy seguro, y que añora pueblos donde su tío es el sheriff natural y los pacos le tienen miedo, que discute sobre el enfermante tema de moda -la tensión Chile-Perú-, y donde el que no tiene el vaso constantemente lleno se arriesga a ser catalogado de "maricón". Cuando volví a mi casa, a lo único que atiné fue a prender el computador y conectarme a MSN. Muy lasoledaddeldosmilcinco.

Me he dedicado a ordenar el estante de mi pieza, a hojear Rolling Stones viejas compulsivamente, a revisar mi colección de VHS con cosas grabadas de la tele, a conseguirme una bicicleta en vano sin resultados (si alguien de Temuco aún me lee y tiene una bici que le dé lata ocupar, contact me). Cosas así. Todo lo que eché de menos en el octubre santiaguino. Da lata que lo que se echa de menos sean más cosas que personas. Extraño, supongo.

martes, 1 de noviembre de 2005

Por descarte

No hay que confiar en la gente. Punto. Ni siquiera en los que se supone que deberías. La gente más inesperada puede ser la que te acompañe hasta el día en que te desconecten del respirador artificial, y lo que te enseñaron en el colegio no era tan cierto. Sólo con porrazos uno puede darse cuenta de eso.

Hace menos de una hora le hablaba a una amiga sobre mi idea de que uno se hace amigo de la gente que tiene que estar ahí, y crea anticuerpos contra la otra. Aún cuando "la otra" sea la gente que te ha rodeado siempre, los que cayeron en tu historial de vida por causas más relacionadas con la compulsión por el orden que con "el destino". Hermandad cósmica, llamamos engrupidamente al fenómeno. No es nada que me conste, pero quiero creer que es así. Lo compruebo cuando converso con alguien que acabo de conocer y es como si nos viésemos hace años, o cuando me da dolor de guata ir a un asado o a un cumpleaños x sólo después de preguntar sobre la lista de asistentes. Son las intuiciones las que mandan aquí. A mí me dijeron cuando chico que no tenía que hacerle caso a mis intuiciones sino que "al método". En el colegio me hacían esos típicos programas diseñados por psicólogos de renombre mundial en que unes puntitos y creas figuritas e, inconscientemente, vas aprendiendo a seguir reglas, a controlar la impulsividad, a convertirte en un ser funcional al sistema, a condenarte en un cubículo y a controlar tu entusiasmo para no terminar como el gordito del comercial de Armonyl, o como el matón del curso, ese que hace quince años odiaste pero ahora le tienes un poco de pena, porque te diste cuenta que todo lo que hacía o dejaba de hacer no tenía que ver con otra cosa que no fueran sus frustraciones. Todos tenemos frustraciones y todos elegimos nuestra propia manera de canalizarlas. Algunos le pegan a la gente, otros se ponen un uniforme, otros hacen barricadas a la salida de la universidad, otros hacen sonar el motor del auto hasta volverlo insoportable, otros se pasan del cupo de la tarjeta de crédito, otros escriben, otros apretan los dientes y se aguantan.

En algún momento la programación debe haber salido bien y terminé creyendo que intuición era frustración. Ahora creo que estructuración lo es. Y es como esa gente que vive en círculos muy cerrados y conservadores y se da cuenta que las cosas son blanco y negro. O renuncia del todo, o se queda ahí, sobreadaptado. El tratamiento de shock es la única forma de que no queden rastros de la fase anterior. O sacas todas las minas antipersonales, o corres el riesgo de matarte por una que quedó ahí y no te diste cuenta. El desorden o el orden. La vida modelo o mi modelo de vida. Mutilar las convenciones o convencerse.

De todo eso me di cuenta este fin de semana. Viajé a Temuco el jueves, y el domingo me enteré de algo que me destruyó la guata y el ánimo. Algo que no fue culpa mía. Algo cuyo responsable tiene nombre, apellido y vinculación sanguínea conmigo. Algo que me dejó pésimo con alguien que me tendió una mano y que hace tambalear mis planes a futuro. Algo de lo cual, sí, ya, tengo un porcentaje de culpa. Por confiar. Por creer que esta vez sí podía tener una buena intención. Por darle una decimoquinta oportunidad a alguien que debí descartar desde el principio. Ahora, más que nunca, quiero retener cerca mío a la gente que me importa. Porque solo no funciono, aunque me quiera convencer de lo contrario. Tardes de melancolía barata en la capital me lo confirmaron. Y al resto, hacerle una raya encima del nombre y amuñar y lanzar al basurero la lista de la gente descartable. De la que hace daño. De la que te hace sentir aún más asco cuando descubres, en tu propia personalidad, rasgos suyos. Y que no son tan fáciles de botar a la basura.

lunes, 24 de octubre de 2005

Quiero postear algo y no sé qué.

Podría escribir sobre el recorrido de ayer por la feria improvisada que arman en el centro que casi me hace llorar al ver revistas Disney editadas por Pincel (hey, casi que aprendí a leer con esas revistas, junto con los clásicos de la literatura universal en horribles ediciones color chocolate blanco que regalaban con Ercilla). Podría contar que hoy quise ir a ver Corpse Bride y caminé dos horas hasta el cine para luego arrepentirme y caminar dos horas más hasta llegar a Providencia, donde estoy ahora. Podría decir que los tallarines de hoy no me quedaron pegados, y que los iba a empezar a cocinar cuando llegaron Germán y Lissette y ella me dijo "la vida de jean pierre que todavía no se levanta a esta hora" y me sentí mitad privilegiadísimo y mitad loser. Podría acordarme que Julio me dijo que podía sacar su bici cuando quisiera y prometer que lo haré mañana. Podría lloriquear porque me quedan diez lucas en el cajero y, de esas, cinco son para viajar a Temuco dentro de la semana y el resto para comprarle un regalo de cumpleaños a mi madre y sobrevivir aquí antes de ir a renegociar mi segundo mes de arriendo. Podría quebrarme diciendo que tengo el inicio de mi segunda novela (eh, la primera tampoco está terminada y yace en un correo semi-secreto, para bajarla y continuarla cuando tenga una motivación para hacerlo) armado en Word, que si me sale antes del verano doy por exitoso este 2005, que está por vencerme la prueba de 30 días de Office para Apple y necesito conectar mi computador a internet de forma urgente.

Podría decir que, una vez que tome el bus, voy a echar de menos el pasillo inhóspito de la casa, las conversaciones en la cocina, los maullidos de "Tigre", mirar el cerro y el smog desde la puerta de la azotea, pisotear fuerte las tablas del piso de puro gusto cuando no hay nadie, las calles con gente, los locales con olor a comida, las micros-acordeón en las que todavía no me subo, y todas las cosas y personas que todavía no conozco.

Pero no tengo ganas de escribir de nada de eso. No tengo ganas de escribir de nada, de hecho. Si escribir es como respirar, entonces estoy con respirador artificial.

lunes, 17 de octubre de 2005

Influencia

Esto de escribir en cibercafés me sicosea bastante. Creo que todo el mundo -los que pasan por atrás, los que están a mi izquierda, la mina que está a mi derecha- lee lo que escribo acá, lo que hablo por MSN, los blogs que leo, lo que sea. Lo más probable es que no les importe. Ellos chatean con sus parientes lejanos y se miran por webcam, hacen tareas para el colegio, les mandan mails al pololo empezándolos con "por qué ya no me respondes?", ven videos divertidos y pixelados en Windows Media, postean en fotologs. Todo el mundo tiene algo que hacer. Yo tengo un Mac mini y no lo puedo conectar a internet. Es como tener una tele de plasma en el desierto. Y hablando de desierto, Germán se fue por el fin de semana con una amiga al desierto -la vida de algunos- y me apoderé de su tele. Vi de todo: desde programas políticos a la hora de almuerzo, pasando por resúmenes de las teleseries de la temporada, hasta, eh, "Gigantes con Vivi". Aclaro que no hay cable en mi pieza. De hecho, se supone que no hay cable en la casa. No con contrato, eso es lo que quiero decir. Como sea, ver las noticias y eso me hace sentir un poco más conectado al mundo. El problema es a QUÉ mundo.

Luego de que una de mis vecinas -no me consta, pero es la sospechosa número uno- se comiera la mantequilla y el manjar que dejé en el refrigerador y que, evidentemente, eran para consumo exclusivo de mi persona, de descubrir que la mitad de los enchufes de la pieza no funcionan y de que el mes adelantado se está terminando, entré a una fase de inseguridad y ansiedad extrema. El domingo me instalé, hincado, en el inhóspito pasillo que comunica la entrada de la casa con la mayoría de las piezas. No había nadie, estaba solo. Empecé a hablar solo para tratar de sentir el eco. Y decidí que ya no quiero seguir viviendo ahí. El problema es que es como la opción más económica. Y me resulta seguro porque escalar como los niños-araña o acceder al patio es casi imposible. Y porque me estoy empezando a hacer adicto a mirar a los edificio de atrás. Siempre descubro cosas nuevas: carretes de chicos ingenieros en el piso 13 de la torre que está más cerca de la calle, un padre con cara de detestable felicidad jugando con su hijo de meses en un balcón del piso 7, una chica linda hablando por celular en la torre del lado, unos tipos peleando un poco más abajo, o al menos eso es lo que parece que está pasando tras las cortinas. Quizás no sea nada adrenalínico, pero me gusta imaginar vidas ajenas y vivirlas por cinco segundos y después bajar a cocinarme un arroz que me quedará como tortilla. Necesito alimentarme en todo sentido. Hace un mes escribí aquí sobre mis ganas de irme al desierto o a un lugar alejado de la gente y de cualquier influencia mediática. Ahora no estoy tan seguro. Creo que la única forma de tener ganas de levantarme en la mañana es saber que durante el día van a pasar cosas, o al menos que las voy a mirar. Que voy a recibir millones de datos y los voy a procesar para crear algo nuevo en mi cabeza, en un papel, en Text Edit o donde sea. Y voy a entender algo más del mundo y de la gente. Porque a veces creo entender más de la cuenta, y otras creo no entender nada. Ningún término medio.

jueves, 13 de octubre de 2005

Bienvenido al sistema

Ayer, por fin, fui a ver Se Arrienda. La vi en el Hoyts de La Reina, lo cual me significó gastar plata de más, pero no me importó tanto, porque sentí que tenía que verla en un buen cine, al que además nunca había ido. Y estoy dispuesto a perdonarle a AF que sea visualmente imperfecta, porque en realidad es como leer un libro de él, y porque, sobre todo, era la película que necesitaba ver. En el momento preciso. O quizás sea como si esa detestable frase "todo puede hablarte de todo" fuese cierta y ya estaría bueno que todos la escribiéramos con spray en los techos de nuestras piezas y la meditáramos antes de dormir.

El martes, acompañando a Felipe y Camilo, llegué a un canal de televisión abierta, y en parte fue como el 2.0 de ese horroroso "tour de medios" al que fui como en segundo año de universidad. Allá me encontré con (inserte nombre propio aquí) mi pseudo-amigo-periodista-exitoso que conocí en enero, justo cuando me iba yendo de ese canal regional del cual me da flojera acordarme. Estaba en camisa y corbata, apretando con rabia su cigarro encendido y caminando en círculos mientras hablaba por celular. Lo miraba intentando en vano recordar su nombre, y de paso proyectándome en él. "Hola Jotapé del 2012", estuve a punto de decirle, pero era como mucho. Parece que al final opté por un "hola tú estabai en temuco para...". Nunca subestimes la memoria de un periodista que se cree el cuento, me dije después. Le conté que estaba muy entusiasmado buscando pega, para no sonar tan vago. Me respondió "pero anda hablar con Xx, que es el subdirector de prensa... pero no con esa pinta sí, poh". Y en ese momento me empiezo a imaginar recorriendo el trayecto desde la oficina de Tur Bus hasta mi casa, con una de esas cosas para meter ternos adentro colgada en mi hombro hacia atrás, sonriendo porque estoy a un paso de convertirme en todo lo que no quería a los 17, en el motivo por el cual rehusé estudiar Ingeniería, pese a que era lo que me decían todos: que cómo iba a desperdiciar el puntaje de la PAA Matemática y mi supuesta mente hiperconcreta con algo tan saturado, mal remunerado y pajero. De mirar esa rebeldía adolescente contra algo invisible por encima y encontrarla casi adorable. Y me mantuve frikeado con eso hasta el otro día, cuando veo la peli y descubro que es peor que te pase a los 35 que a los 23. Aunque no llegue ninguna Francisca Lewin ni te cruces con testimonios de vida en cada esquina. Se supone -se supone- que a estas alturas hay más posibilidades de salvación. Y me dieron ganas de seguir estudiando. Justo eso que había desechado por completo estos últimos dos meses, puede que termine siendo mi verdadero plan 2006. Eso, mientras pueda seguir arrendando.

sábado, 8 de octubre de 2005

Not from here, not from there

Insomnia strikes back. Hoy desperté a las nueve de la mañana, tras una noche de cervezas y leche en polvo de la Nasa que le robé a Julio y que era rica de cucharear, por culpa de una cañería del patio que tiraba agua produciendo un ruido imposible. Me sentí como el forro, me levanté, abrí la puerta que da a la azotea chueca y me mareé mal. Abajo, sentía los gritos de la mina del gato. Llamándolo. Según yo, estuve como treinta segundos clínicamente muerto.

Así que he andado todo el día con la idea de que tengo que hacer algunas cosas antes de morir. Decidí ir a visitar a mis tíos, pero nunca se me ocurrió que no iba a haber nadie en la casa. Caminé de vuelta. Y llegué a una exposición de World Press Photo llena de chicas impresionables lateadas con pololos viendo el partido a esa hora. Las fotos eran muy fomes. No estoy programado para sentir pena por los soldados norteamericanos heridos en Irak o cosas así de políticamente correctas. Terminé mirando más a las asistentes que a las fotos. O haciendo el esfuerzo de mirar las fotos para que las asistentes no pensaran cosas inexactas de mí. Todo muy difícil.

Sinceramente, no sé en qué va a terminar todo esto. Necesito dinero con urgencia. Me autoimpuse un límite de dos lucas diarias para gastar y es muy difícil de cumplir. Maldito pendejo burgués. Aquí estoy, en un ciber, quinientos la hora, el más barato que encontré abierto. Ahora voy al Líder. Agh. Me estoy como aburriendo. ¿Se nota?

lunes, 3 de octubre de 2005

Growing up

Necesito hacer algo. Lo que sea. La inmovilidad me hace mal y ése es el descubrimiento no asumido del fin de semana. Hoy desperté a las tres de la tarde y las nubes y las gotas de lluvia me dejaron encerrado en la pieza leyendo el diario de ayer hasta las seis. De ahí salí en busca de un adaptador que necesito para instalarle el teclado y el mouse a mi manzana. El día se pasó muy lento y el cielo gris oscuro me recordó a ya saben qué.

Obviamente, mi sección más hojeada del diario fue la de avisos económicos. Le da dramatismo a mis noches de insomnio.
Por ahí me pidieron ideas y si hay algo que no tengo por estos días son ideas. Aún no logro aprender a pelar una manzana como la gente, así que las ideas vendrán como el 2025. Escalón por escalón, ésa es la forma como se supone que debe ser. Pero me da rabia no tenerlas. Más que por no cumplir, por no poder estrujar mi cerebro. Es como si lo tuviera en el freezer. Antes había cosas que al resto le quedaban grandes y a mí chicas, y viceversa. Ahora todo me queda grande. Uno nunca dimensiona bien las cosas hasta que se da cuenta que no sabe pelar una manzana.

Anoche soñé que estaba en el colegio -aquí el lector hastiado hace click en cualquier otro lado-, pero esta vez era distinto. Llegaba la profesora de inglés que tuve en la básica y la empezaba a pifiar, pero me daba cuenta que en realidad quería estar sentado ahí, viendo cómo la vieja escribía "calendario de pruebas" en el pizarrón. Debajo de la mesa tenía todos mis libros y revistas y cosas que dejé en Temuco. En el asiento de atrás estaba P, que me gustó durante todo séptimo básico y hoy es una feliz mamá y tiene nuevo empleo, según me enteré por su nick de msn. Me decía algo que ya no recuerdo. Al lado izquierdo estaba mi mamá, diciéndome que me apurara en meter los libros en mi mochila porque me tenía que ir a tomar el bus. Me sentí la raja al tener todo lo que necesito y poder meterlo en una mochila de dimensiones oníricas. De ahí ya no me acuerdo qué pasó, porque desperté con los tacos de mi vecina entrando al baño y con la mina de abajo gritándole a su gato. Miré mi celular: eran las siete y media de la mañana y yo estaba solo en una pieza con restos de diario, una botella de Coca Cola, mi discman conectado a parlantes de pc prestados y nada concreto que hacer durante el resto del mes.

sábado, 1 de octubre de 2005

Powered by yadayada

El de ayer fue un gran-gran día. Me compré mi caja de manzanas para la mente. Un tipo parecido a Screech me aseguró que era una adquisición para no arrepentirse. Es como lo mejor que me ha pasado hasta ahora, porque lo de tener un sentimiento de culpa religioso que me impide comerme un sandwich que cueste más de luca no es nada de agradable. Y no tenerlo y dejarme llevar sería más o menos igual.

Ayer caminé cinco cuadras con mi manzana dentro de la bolsa, para ir a probarla a lo de Felipe, y sentí la paranoia en su grado máximo. Todos me parecían flaites, todos me miraban de forma amenazante, todos se acercaban a mí y se metían la mano a la altura del pecho para sacar la eventual cuchilla. Es que creo que es lo más caro que me he comprado en mi poco emprendedora vida. Ahora mismo siento frikeación por el hecho de estar en un ciber y no en la pieza. ¿Qué hago en un ciber en vez de estar durmiendo o bebiendo cerveza como la gente normal? Pura actitud.

Necesito dinero con urgencia. Y un italiano de La Picá de Mackenna. ¿Dónde demonios tienen la sucursal en Santiago?

martes, 27 de septiembre de 2005

The big Apple

No estoy en Nueva York. Pero estoy en Santiago, y si todo sale bien, voy a morder la manzana. I'll think different.

Mi pieza es a toda raja. O sea, yo la encuentro a toda raja. Anoche le hice entrega a la dueña de un cheque que me permitirá adueñármela por un mes. Luego, comí frutas con yogurt con Julio, instalé mi saco, llamé a mi madre para insistirle en que me mande la tele luego, desembalé cosas y dormí.

Tengo un edificio encima que me hace sentir sicoseado. O que me puede transformar en un sicópata hecho y derecho. Al otro lado hay una puerta que da a la azotea. Anoche la abrí pensando en que era una pieza misteriosa llena de telarañas y pianos que se tocan solos, pero me encontré con un techo, el San Cristóbal y el edificio de Telefónica observándome con sus lucecitas.

Necesito alguna picada donde vendan monitores rascas a precio conveniente. O mejor aún, si alguien tiene un monitor rasca que me quiera vender a precio de provinciano pobre, que me avise.

Me doy cuenta que nada es tan terrible una vez que empieza. Es como dar la PAA. La noche anterior tienes nervios y no puedes dormir, aun cuando sabes que te irá bien. Son nervios porque sí. Entras a la sala, te sientas en el asiento, le sacas punta al lápiz mina y todo se calma.

miércoles, 21 de septiembre de 2005

Misantropía

Los Angeles es un Temuco con esteroides. O a lo mejor simplemente una muestra aleatoria de "el Chile profundo". Los clichés más absurdos, de los que me he reído por años con mis amigos que los entienden como tales, los estoy viendo ahora, en dos pies y metidos dentro de pantalones Dockers, poniendo cara de entenderlo todo, o montados en una moto, haciendo brumm-brumm con la boca abierta y mirando hacia donde están todos, o viendo la Parada Militar en el living, con todos los demás hombres del "asaíto", mientras las mujeres están en la cocina lavando, conversando del curso de pintura, de las vidas de los hijos, viviendo a través de ellos, haciéndose las apestadas pero en el fondo celebrándoles las gracias a los maridos: las quebradas de vaso de pura ebriedad, las lamentaciones de milico frustrado, los balbuceos inentendibles -porque estos tipos no modulan ni por la buena onda-, las tallas del tipo a estos cabros hay que orientarlos, véngase para acá y tómese un vinito.

Son héroes frustrados. Gente tan alienada con sus trabajos aburridos pero rentables y sus vidas-modelo que tienen que armarse vías de escape. Y toman las más burdas: la pelota, las camionetas, el copete, el coraje y la sinceridad precaria que sólo aparecen tras éste. Son tipos que tienen hijos para que alguien los admire, tipos que admiraron a sus padres y reprodujeron sus pautas de comportamiento, provocando de paso que el tiempo no avance y que el concepto de evolución sea agrandar la piscina. Que no paran de hacer cosas para no tener que detenerse en pensar. Que se casan con minas que, con el paso de los años, se convierten en gomeros buena onda, en presidentas del curso de los niños, en seres idénticos a sus madres, que a su vez se propusieron ser idénticas a las de ellas.

Y son felices así. No conocen nada más y está bien, no lo necesitan. Meten sus malos deseos en un saco y lo tiran lejos. O a lo mejor son realmente buenos tipos y tienen su esquema tan armado que cualquier elemento no deseado rebota. No se quedan callados porque nada les es inentendible ni ajeno. Viven en las afueras de la ciudad porque ésta les resulta, si no contaminada, en peligro de. En su terreno son los fanfarrones enternecedores que necesitan ser. Pueden sentirse fundadores de algo, pueden rebelarse un poco siquiera. Pueden seguir creyendo que todo está bien mientras nadie les cambie las reglas, mientras todo lo malo, todo lo raro, todo lo loco, siga estando bien lejos.

domingo, 18 de septiembre de 2005

Diecioqué?

Estoy en Los Angeles, Chile. Mejor dicho: estoy a tres kilómetros y medio de esa ciudad y no tengo cómo salir de acá por mi cuenta. Nunca podría vivir en una parcela. No sé manejar, y mirar por la ventana y ver puro verde no me parece lindo. Más bien vacío. Debo tener algo de agorafóbico porque me siento mejor en lugares cerrados. Uno conoce los límites de una ciudad, o al menos sabe que existen; el campo, en cambio, parece no terminarse nunca.

No tengo mucho que hacer acá. Ayer agarré un libro de Jodorowsky (recuerda: si termina en owsky, es cultura, y quedas como un tipo cool al citarlo) llamado La sabiduría de los chistes. Lo encontré aquí y, como anoche tuve insomnio, lo empecé a leer. Es como el negativo de La Biblia. Los chistes cumplen la función de parábolas y después hay una prédica que te deja enseñanzas de las que no se dan en el colegio. También he visto mucha tele y he comido como una especie de puerco. O huaso. Tengo un pisco sour, una caja de leche con chocolate Huesitos y dos tiras con tabletas de Trio Val encima de este escritorio. Sigo escuchándome gangoso y escuchando menos aún cuando me hablan. Sordera selectiva. Ayer llegué como a las 7 y mi cuñado y sus amigos ya estaban ebrios. Todos viejos, todos guatones, todos con señora y cabros chicos corriendo por ahí. Un tipo igual a Larry David me hablaba mucho, o me gritaba mucho porque en ocasiones así se tiende a gritar. Aceptaba cervezas a granel porque me temo que ya me volví un adicto a la cerveza. Y debo haberme curado en algún nivel porque al final me terminaron cayendo bien los decadentes, y acepté una invitación a andar en moto y a filmar no sé qué carrera. Debo aclarar que nunca en mi vida me he subido a una moto. Y se me pasó el síndrome quehagoaquí y hoy me volvió de nuevo y se me volvió a pasar ahora que tengo un computador enfrente. Cómo tan adicto.

jueves, 15 de septiembre de 2005

And we'll all float on OK

Fuck, parece que vine a Temuco a puro resfriarme. Estoy en la peor etapa de la gripe. Imagino que así se siente tener 80. Lo que me espera. Por ahora, Nasty Soul es mi mejor amigo y mi puerta de entrada a las alucinaciones previas al sueño.

No he hecho nada importante en esta ciudad fuera de chantajear a mi padre (comienza a caerme bien el concepto de justicia divina), estar a punto de ser atropellado por haberme acostumbrado a que en Santiago los autos esperan al peatón cuando van virando, y dar mi firma para la candidatura de Aucán Huilcamán. No planeo votar por ninguno, pero me gusta que esos personajes adquieran notoriedad. Así que vi la mesa llena de posters y volantes alusivos al ahora candidato instalada en el centro y decidí hacerme parte del esfuerzo. La señora que anotó mis datos no supo escribir mi nombre, pese a que amablemente, y presintiendo lo que pasaría, se lo deletreé. Así que tal vez la gente del Registro Electoral determine que Yan Pirrfddrj no existe y mi firma no valga.

No me acuerdo cuándo "tal vez" se escribe separado y cuándo junto. Soy un pésimo periodista.

¿Se nota que estoy algo decaído? Mi hermana me ha invitado a Los Angeles por motivo de las fiestas patrias, lo cual -me temo- significará toneladas de carne y océanos de alcohol for free. Así son estos sureños. Después de eso me volveré a la capital. Será el comienzo de la Era de la Inanición.

Chao, tengo fiebre, no sé qué mierda hago escribiendo aquí.

domingo, 11 de septiembre de 2005

Only for limited time

Estoy de vuelta en The Mugre y me siento bien. Es como vacaciones o algo así. He dormido mucho y he clasificado mis cosas en dos categorías: "útiles" e "inútiles". El nivel de dificultad es alto, porque creo que el 80% calza en ambas.

Tras dos semanas en Santiago me doy cuenta de que las cosas no son tan difíciles. Bueno, algunas. Pero hasta aprender a cocinar podría. Y sobrevivir sin mi estante de revistas y sin los cuadernos mágicos ahora me parece más posible.

El jueves, que fue el día en que llegué, salí al centro y vi a demasiada gente conocida haciendo las mismas cosas que siempre. En sus mismas camionetas, con sus mismos uniformes, peinados igual, saludando igual, preguntando lo mismo y esperando la respuesta de siempre. No puedo juzgarlos por eso: yo estaba vagando enfundado en el discman, maldita sea! Pero siento que la novedad les molesta. Hay gente que se siente cómoda encerrada en su estructura de vida y la apertura mental les resulta sospechosa. Es como sentirse bien respirando aire enrarecido y ponerse a toser ante cualquier soplo de aire puro. No es tan malo: se evita el riesgo. Y se asegura el que todos los demás estén en la misma. Pero yo, después de mucho sentimiento encontrado, me di cuenta que me gusta el riesgo. Si lo hubiese descubierto más pendejo ahora estaría tirándome en parapente. Esto de las revelaciones tardías. Y también me gusta sentirme outsider. Creo que de eso ya hablé. Me siento mejor así que integrándome a lo que sea. El otro día le dije a alguien: "es que en Santiago me siento provinciano, y en Temuco me siento santiaguino", que es seria candidata a la frase más imbécil de la temporada. Pero, como siempre, se extrapola a todo. Y en principio es un problema, pero después ya no. Y así me pongo a pensar en el caos y no en los límites del caos. Y transformo todo en caos y dejo veinte mil asuntos pendientes para darme cuenta que no importan tanto en realidad y pierdo cosas porque encontrarlas después es la raja. Cuando chico hacía eso y era como deporte. Agarraba un autito o láminas o lo que fuera, ponía la mente en off y lo dejaba en cualquier parte. La volvía a prender y ya no me acordaba dónde había quedado. Y me olvidaba y al mes después, buscando cualquier otra cosa, encontraba mi auto y me fascinaba mucho más que antes. De ahí crecí y pensé que se podía hacer lo mismo con las personas y todo se fue un poco a la mierda.

sábado, 3 de septiembre de 2005

Do you realize we're floating in space?

Tengo una teoría que quiero que sea errada. Si el mundo es un caleidoscopio de proporciones gigantescas y cada uno de nosotros es una figurita que tiende a juntarse con otras por las razones que sean, entonces también hay líneas invisibles que impiden que la figura vaya más allá de lo que está trazado. Muy el destino está escrito y nadie es dueño de su vida y esas patrañas. Pero me quedo pensando en eso mientras veo que estoy frente a un pc feo pero por el que algunos que conozco matarían, robándole pan con queso y café a Gabriel, tratando de mirar hacia afuera por las persianas, descubriendo que chispea y que Manuel Montt se parece más de la cuenta a la gris San Martín. Congelado, escuchando Daft Punk, mirando la caja de un dvd promocional de Nip/Tuck, escuchando cómo Nano le cuenta por celular a alguien que fue a una entrevista de trabajo a alguna parte y que le ofrecen 800 lucas.

Hace un mes que ando con la idea de irme al desierto de Atacama o algún lugar tan engrupido como ése, durmiendo en pocilgas, sin depender de la matrix o los medios de comunicación, conociendo gente que no te pregunte por tu pasado o cuáles son tus planes. Despegándome de la idea de que el pasado es lo único que cuenta porque el futuro no existe y el presente es inapreciable. Como cuando era aún más ingenuo y creía que viviendo lejos de mi casa la mitad de las cosas se solucionarían. Ahora llevo casi dos semanas fuera y, aparte de mi cama y comidas decentes, no hecho nada de menos. Y sé que si vuelvo, lo hará también la sensación de no pertenencia. Sé que es muy adolescente el rollo, pero creo que al cortar el cordón con la familia, los amigos mainstream, el apego a las cosas materiales y ese tipo de cosas, se corta una parte de uno. Es como dejar de estar afirmado en la tierra y empezar a flotar. Aunque te digan lo contrario, aunque te vendan la pomada de las responsabilidades. Porque la verdadera responsabilidad es con uno mismo, y es uno el que tiene que aprender que las cosas allá afuera pasan más rápido y que no es tan terrible agarrar una tijera y empezar a cortar líneas imaginarias.

jueves, 1 de septiembre de 2005

Estoy en la casa de Gabito. Llegué acá tras una extraña tarde de mall con Ñaño el provinciaño, quien me llamó esta mañana para avisarme que vino a la capital. Esto es como un tsunami de Carmelos. Esta pieza parece un cibercafé, pero en realidad es una sala de edición. Estoy en un computador con dos pantallas! y resolución 20000x768. Juego con las ventanas de msn pasándolas de una pantalla a la otra, mientras Gabito edita algo en Adobe Premiere, el único software de edición que manejo. Aprendí mirándolo a él, muy buscando la didactidad (?) donde sea.

En la mañana me junté con Froda y recorrí con ella calles del centro que no conocía. Me invitó a un té de (no me acuerdo el nombre!) que estaba bastante rico. Luego tomé una micro hacia ninguna parte. Y logré volver de ninguna parte, increíblemente. Creo que es la mejor forma de hacer un safari por Santiago. Terminé de vuelta en Providencia, comprándome una Coca en lata. Lo único que he comido en todo el día es un ave palta de Castaño en el Parque Arauco y medio pan de los que acabamos de comprar con Ñaño. Es increíble lo cara que es la comida en este pueblo horrible. Tres tomates por quinientos pesos? Chao, me vuelvo a mi aldea si esto sigue así.

No he leído blogs ajenos porque paso muy flashmente por ciberlandia. Así que me disculpan si es que no dejo comments en ningún lado. No es que tenga mucho que decir tampoco.

lunes, 29 de agosto de 2005

¿Para esto me vine a Santiago? ¿Para encontrarme con lluvia peor que la de mi ciudad no-natal? ¿Para quedarme todo el fin de semana encerrado en la pieza viendo tv cable porque el clima hizo que se me quitara cualquier ánimo de hacer nada? Ni siquiera fui a lo de mis tíos a comer decentemente. Pe-ro-bué. Acabo de entrar a este ciber escapando de un granizo que me pareció nieve en el primer instante. No tengo claro si oí un trueno o estoy afiebrado.

Javier, mi puerta de entrada al éxito, es una puerta bastante giratoria parece. Porque no tengo nada seguro. Esta mañana concluí que he sacado dinero de todos los cajeros automáticos que existen en esta aldea. Y ya no saco comprobantes porque para qué. Camino y camino y el sábado descubrí una herida en el cuarto dedo (tienen nombre los dedos de los pies?) de mi pie derecho. Herida que me hizo caminar de una forma muy extraña, que no puedo describir, para llegar a un supermercado y comprar pan.

No sé si soy sádico o qué, pero me gusta ver la tragedia por televisión. O como que ahora este tipo de noticias me atañen. No puedo no tener Internet, soy un maldito adicto. Optaré por INternet antes que por una dieta balanceada.

miércoles, 24 de agosto de 2005

Adivinen quién fue el imbécil al que se le quedó abierto msn en un ciber. Espero que nadie haya pensado cosas malas de mí. Al menos no por culpa del subnormal que, supongo, me suplantó. Así que vuelvo a robar internet en universidades ajenas. Es una excelente opción.

Adivinen quién no ha hecho nada productivo, fuera de vagar, ir a Burger King, ir al Portal Lyon, vagar, pedir cotizaciones de Mac minis que no comprará, vagar, sacar un ejemplar de La Segunda de un basurero y leerlo homelessmente sentado en un banco, mirar a la gente y descubrir que nadie se sicosea tanto acá, vagar y comprarse cuatro botellas de Watt's durazno en una tarde que costaron lo mismo que dos de litro y medio.

Qué lata andar buscando piezas si a lo mejor no me quedo. Qué lata imprimir currículums que no dicen nada de mí. Qué lata andar con fragmentos del Mercurio del domingo, con hojas de avisos económicos llenas de rayados. No hay nada que hacer, soy un vago, excepto cuando me propongo algo. Y ahora sólo me he propuesto caminar mucho y descubrir mediante la observación cosas que me sirvan para esos proyectos que tengo. Detesto la palabra "proyectos". Es como de "quiero que crean que soy muy esforzado y emprendedor pero en realidad no hago nada". Quizás por eso la estoy ocupando.

Karina Alvarez me abrió la puerta de una Salco Brand a pasos de aquí. Ella iba saliendo y yo iba entrando y me dio un infarto. Yo cacho que debo haber puesto una de mis cinco peores (o mejores, según) caras de imbécil, porque como que se rió bajando la vista. Soy tan provinciano sicópata que memoricé la patente de su auto y recién ahora me vengo a dar cuenta que la olvidé. Bueh, otros se emocionan con cineastas ególatras o comentaristas de rock archivendidos al mainstream.

martes, 23 de agosto de 2005

Ho-la. Estoy en Santiago, la ciudad del aciago (¿?). Estoy en la sala de computación de una universidad fashion que parece mall, comparada con la infradesarrollada ufrito. Tengo mucho sueño. Dormí como el forro en el bus y alprazolím, gentileza de madre, no ayudó en nada. Acabo de recorrer deptos con Germán (bueno, por fuera) y creo que me gastaré la mitad del dinero en llamadas telefónicas. Soy tan sureño que traje arroz, tallarines, huevos y quesos del campo para compartir acá.

No sé por qué siempre que viajo termino usando el blog como bitácora de un viaje del cual no hay mucho que contar. Bueno, llevo dos horas acá, no sé si convenga ser tan exigente.

Se me quedó el saco de dormir, soy un imbécil. No se me quedó nada de lo que se me queda siempre (cargador del celular, cargador de la cámara, etcv). Chao.

sábado, 20 de agosto de 2005

Lo que pasó, pasó

Tengo la intención de hacer que todo sea un tratamiento de shock. Por ejemplo: si estoy postergando una ida al dentista porque siempre me ha dado pánico el dentista, pues ahora quiero ir y pedirle que me saque la muela de la manera más dolorosa que encuentre. Si sobrevivo a eso, sobrevivo a lo que sea.

Terminé -tras dos semanas, malos ratos, patadas a las rejas de mi ex-universidad y 160 horas gastadas en el ítem "esperar"- todos los trámites relativos al título. Salvo pagarlo, bueno, pero ése es un detalle. Así que, para celebrar, anoche decidí asistir a la fiesta de titulación de mi buen amigo Ñaño. A estas alturas no debería definir ciertos eventos como "bizarros", pero qué le voy a hacer, fue bizarro. Vuelve y vuelve esa sensación de estar siempre en una fiesta donde conoces a todos, donde todos fueron compañeros de colegio o conocidos de la noche temuquense (???) o amigos de tus amigos, pero en el fondo no conoces a nadie. Estás en la esquina de la fiesta aunque estés en el medio. Ni siquiera puedes dejotear porque lo que manda es el reggetón y los ritmos de hace quince años que nunca se van.

Un tipo grandote hablaba de que sus pitbulls eran como las guaguas de la casa, mientras otro sacaba fotos como enajenado para las que hacía a todos posar y mirar hacia el lente. Una niña preciosa que se me hacía cara conocida, de la que luego averigué su procedencia, declaraba no haber pololeado nunca. O al menos eso entendí, detrás de un vaso de asqueroso tequila que intenté mezclar con limón amargo y sal y que le terminé regalando a Luciano. Siempre digo que por más que tomo no me curo -bueno, salvo excepciones que debes recordar, lector conocido, y que tuvieron que ver con muchas otras cosas-, pero sí entro a un estado en el que no me importa el medio ambiente. Todos los escenarios son sets de televisión y todos los que me rodean son personajes creados por mí. Así llegué a un auto de dos minas que se me hacían conocidas aunque sé que nunca las había visto, y que me convidaron una piscola que estaba mala. Así entré a una especie de cabaña de veraneo acondicionada como discotheque, donde bailé Lambada y otras cosas. Así terminé leyendo mentes ajenas, estoy seguro. Si hubiese querido pongo una bomba ahí mismo y todos mueren, pero obviamente no quise porque había gente -y no la minoría- que me cae bien. O quizás me abstuve porque nunca estuve ahí. Ni en la casa de mi amigo graduado, ni en la fiesta posterior. Estuve escribiendo esto, o haciendo paralelos entre el mismo día del mismo mes pero en cinco años más. O cinco años atrás.

Hoy en la mañana entro a msn y le pregunto al festejado cómo lo pasó, y me responde "uff, la media caña". Y es todo lo que queda. Sí, ya sé que es bien idiota posar de militante de Outsider Pride, pero me queda claro que nunca voy a pertenecer. Nunca logro esa conexión, aún poniéndome a conversar con cierta gente como si fuéramos entrañables amigos. Nunca siento esa hermandad. Y no sé por qué la necesito. No pertenezco ni aquí ni allá, ni al real ni al imaginario, y quizás eso mismo sea mi salvación. El 2010, cuarenta y cinco shocks mediante, escribo un post con la respuesta.

miércoles, 17 de agosto de 2005

Piscología pura

Fuck, tomé algo de pisco sour y, además de las consecuencias lógicas, me duele un poco el cuello y la cabeza. Pero hay que pasar el frío de alguna forma.

A ver. No quiero hacer un post que dé pena. Pero quiero escribir.

Cada día descubro que más gente conocida y conoextraña lee este blog. Lo cual no me molesta en absoluto (hola, stay tuned for more Happy Days!). Franqueza debería ser mi segundo nombre. Usualmente digo las cosas que me molestan, ya sea con manzanitas o riéndome in his face, incluso cuando vengo recién conociendo a las personas. He sido criticado por esto último. Pero creo que las cartas hay que jugarlas desde el primer minuto. Mi política dice que mejor llevarse las sorpresas al comienzo que al año. Por eso me molesta cuando la gente se deja conocer sólo cuando ha pasado un tiempo y se ha creado una confianza. Porque con eso me están diciendo que antes mostraron una cara más bonita, más maquillada y más sonriente que la real. Un bozal que mantiene retenidos sus lados oscuros. Yo, en cambio, intento reconciliarme con los míos. Y mostrarlos y decirle al resto hey, no es tan terrible. No es tan terrible arriesgarse a caer mal. No es tan terrible asumir las complejidades en vez de simplificarlas para encajar en el universo Ruta Norte Sour Light. Antes lo encontraba autodestructivo, ahora lo creo una de las cosas más mentalmente saludables que tengo. Y hasta creo que caigo mejor. Dejar a la gente con cara de pregunta ya no me parece una situación engorrosa.

Personas de las que me he comenzado riendo han terminado siendo buenos amigos. Y creo que es porque se mostraron tal cuales son. O porque a estas alturas ya no discrimino tanto, no sé. Pero me gusta la gente que cuando se aburre dice "me voy, me aburrí" o "no, sabís que no quiero ir, me da lata" en vez de inventar que se murió la abuela o que el papá no le dio plata o que estoy resfriado o tengo que cerrar las cortinas. Durante mucho tiempo me mordí la lengua para evitar hacer sentir mal, precisamente porque sé los efectos aniquilantes que una palabra puede tener. O para evitar los conflictos. O por miedo a catalizar -sobretodo por miedo a catalizar-. Y ahora estoy pagando las consecuencias de eso. Seis años después. Con lagunas vitales. Con asuntos pendientes. Con la última página no escrita que no me deja cerrar el maldito libro y empezar otro. Así que lo menos que puedo hacer es poner al día los pensamientos y las acciones. Y exigirle lo mismo al resto. Por mi bien y por el de ellos.

sábado, 13 de agosto de 2005

Saturday night

Me gusta vagar mucho y ver cómo las tardes duran cada día más. Mirar a la gente e imaginar sus vidas. Hacer que mi ocio suene válido excusándome en que es el único ejercicio físico que realizo, que tengo que justificar ante mi conciencia los fonosandwichs y las donuts del Jumbo, y si te parece muy de mierda entonces regálame una bicicleta. Lograr que el tiempo, lento por default, se consuma más rápido. Dejar más sentidos disponibles para la música. Encontrarme con gente y tener conversaciones desechables que hacen que se acuerden de mí. Patear basureros por el puro gusto del simulacro vandálico.

Me gustan las imágenes satelitales de Google. Mirar ciudades desde arriba y enternecerme con las imaginarias viditas de quienes las habitan. Muy jugar a Dios o al Big Brother. Me gusta agarrar una hoja de block, hacer rayas automáticas y después creer que son las calles de una ciudad. Estoy traumado con los planos, quizás debí haber estudiado cartografía. Ni idea dónde se estudia, ni idea si se estudia. Aunque igual no tiene gracia hacer rayas sin pensar en quiénes provocan esas rayas, en quiénes delimitan su vida entre raya y raya. En cómo van cambiando las rayas y qué es lo que gesta a esos cambios.

Me gusta observar lo que no aprendo a provocar, por más que me doy cuenta que no es ni tan difícil. Me gusta mirar a la gente que nunca conoceré y quedarme mirándola fijo a riesgo de parecer un sicópata. Me gusta que el exterior pase como una película por mis ojos y no yo como un extra dentro de él. Es una buena estrategia para, por un rato, meterse al bolsillo la capacidad empática y caminar derecho hacia la vida hardcore.

miércoles, 10 de agosto de 2005

Los dulces no tienen sentido

Me preguntaron "qué se siente?". En el primer minuto no supe qué demonios responder. Dije "bien, se siente como vacaciones eternas". Y así tal cual es como se siente. Las caminatas eternas y los trasnoches en msn strikes back. Al menos hasta que cruce el túnel burocrático de rigor.

Anoche fui a Cinemugre a ver Willy Wonka (sí, de nuevo). Es una película maravillosa. Fui el único de la sala que aplaudió al final. Pensé que a Ñaño no le gustaría, pero ahora hasta la quiere en dvd. Pienso que estoy rodeado de la gente adecuada. Una niña abrazada de su padre, obeso y con cara de desconfiado, bajó con nosotros en el ascensor.

Terminamos intoxicándonos en La Picá, lugar en el que apareció J, de chaleco Polo azul como todo sureño bien, en cuya casa terminé alcoholizándome y hablando de los músculos de Pato Laguna (eh, sí, tal como suena) el sábado. Conversamos sobre Willy Wonka (!) y le pregunté por su cuñado, un santiaguino que terminó en semi-coma por no acostumbrarse a esas extrañas costumbres sureñas. Me dijo que estaba "bien" y nos convidó a seguir tomando, invitación que Ñaño y yo rechazamos. Ratifiqué mi conclusión anterior.

No tengo nada que decir, tengo un pie en el limbo y otro en ninguna parte.

lunes, 8 de agosto de 2005

This is the end, my only friend

A las cinco y cuarto empezó el examen. Antes se cumplieron todas las leyes de Murphy que se podían cumplir: el mouse óptico que me prestó Nerdson no funcionó, no pude hacerme el nudo de la corbata, el cursor del notebook no se movía, la proyección del data estaba chueca, en fin. Mentiría si dijera que no tuve dolor de guata y ataque al colon durante las tres o cuatro horas previas. Al final tuvimos público igual, por más que Shó intentara impedirlo. Fueron veinte minutos hablando y tratando de que mi lenguaje corporal no denotara mi nerviosismo, al menos al principio. Según la Camila, en un momento me afirmé en la mesa y mis manos se movían como olas. Pero se me pasó una vez agarrado vuelo. Es como cuando hacía teatro cuando chico: toda la previa y al poner un pie en el escenario parecía niño con Parkinson, pero al momento de empezar a actuar y a vivir la situación, podía agarrar al público, a las luces y al resto del elenco con la mano y zamarrearlos hacia donde fuera. Yo era el dueño de la situación. Pienso que podría ser un buen niño símbolo de Ravotril y protagonizar un comercial de esos como de productos para bajar de peso: con "antes" y "después".

Las preguntas no fueron tan heavy metal como pensé. Un par de discursos impactantes que sonaran bonitos y con convicción, y ya, todo el rito posterior de que te digan colega y eso. Eres de los nuestros pequeño, te aceptamos en el club, siéntete honrado y golpéate en el pecho porque no todos tienen este privilegio. Jugaste nuestro juego y saliste ileso. "Ahora el magíster pues, joven" me dijo el mismo anciano que hizo que nos corrieran el examen.

Cuando salimos de la matriz ufriana, el cielo estaba rojo. Parecía fin del mundo. Shó, en plena San Martín, le gritaba a su abuela desde la vereda del frente "abuelita, me titulé" mientras la Camila tocaba la bocina y yo me sentía ridículo y disfrazado con ese terno. Una pesadilla lisérgica. Es el fin de una: lo que no sé es si será el comienzo de otra. Uf, cómo tan cliché. Me voy a celebrar al quin-sho, chao.

viernes, 5 de agosto de 2005

Jotapé y la fábrica de albañiles mediáticos

Breaking news: me corrieron el examen. ¿Razón? Un viejo de mierda, setentón y reconocido por toda la facultad como orate no entendió el marco teórico y cuestionó parte de la metodología. O sea, no entendió cosas que no detallé por considerar obvias. ¿Sabía Ud. que lo más difícil de hacer una tesis es compatibilizar los requisitos de "escribir en difícil" para satisfacer a una tropa de viejos intelectualmente arribistas, y explicar el procedimiento para que lo entienda un niño de cuatro años? Total que tuve que agregarle dos páginas a la metodología, con el consiguiente cambio en la numeración de páginas que nos obligó a imprimir todo de nuevo. Y corregir errores determinados como tales por el criterio obsesivo-compulsivo imperante. Ayer tenía ganas de patear una pared o un asiento de la micro o una vieja en la calle. Luego se me pasaron.

A esta hora debería estar celebrando y perdiéndome en la noche temuquense (!). Pero ya ven. Prioricé la posibilidad de tener una mejor nota (aunque no fue ni tan posibilidad, pero buéh, no debatiré sobre eso) atrasando en tres días mi proyecto de vida. Muy hastiado, en la reunión de ayer le dije a Carlos: "sabe qué, en realidad lo único que quiero es irme luego de esta universidad" y quedó como plop, porque creo que finalmente nos corrió el examen para ayudarnos. Fue muy liberador y me confirmó que debí habérselo dicho a un profesor por mes. Lata que le haya tocado a él, porque pese a todo, fue un siete como profe guía. Pero había que vomitar cinco años de desilusiones. Para dejarlas en claro.

Creo que he visto Pi más veces de lo conveniente y eso me ha hecho ratificar mi desprecio hacia la sobrevaloración de los números. El orate nos dijo que "esta tesis da máximo para un cinco", Carlos considera que merece "mucho más que eso", Shó cree que "hay que sacarse la mejor nota posible", tuvimos que imprimir de nuevo a causa de la puta numeración, y hoy mi madre me dijo "pero si te llamé diez para las doce" tras mi recriminación por haberme despertado vía telefónica en la mañana. A mí me encantan los números, calculo porcentajes y relaciones peso-dólar o peso-UF como ejercicio mental cuando voy en la micro. Pero procuro no volverme esclavo de ellos. Ya pasé por la etapa maniática de mirar mucho el reloj del celular esperando la hora de salir de la sala de espera. Sin asumir que el minuto lo decido yo.

Y quiero que la próxima semana sea catártica. Tomorrow is another day, today is another bomb. Así que espero no seguir dando la lata con el tema académico. Adiós.

lunes, 1 de agosto de 2005

Por primera vez creo que queda poco. Por primera vez es más que un intento autoconvincente de meter en la papelera de reciclaje mi propia loserness y olvidarme de borrarla para siempre. Por primera vez me duele el corazón, o el pulmón izquierdo, o el colon; en realidad no sé bien qué es lo que me duele, pero algo me duele y es un dolor rico. Salvo por ese maldito componente de ansiedad que, como siempre, lo arruina todo.

El 5 -es decir, en cuatro días más- doy mi examen de grado. A partir de ese momento, debería sentirme libre. Con todo lo que eso implica. Ser libre es un poder mutante que me hará capaz de agarrar la Torre Entel, sacarla de raíz y darle torreazos al destino, al miedo, a los malos recuerdos, a la inseguridad, a la gente que me dijo que me dejara de ver tele o de escribir tonteras, que me sentara derecho y me aprendiera a hacer de una vez por todas el nudo de la corbata. Que me dejara de huevear y pensara en el futuro. Que entendiera que el destino es algo que no se puede torcer.

Pero como todo poder, conlleva un yunque que tengo que aprender a cargar. Grandes poderes, grandes responsabilidades. Olvidarme de los malos asados, del deber ser, de las siete de la mañana masticando chocapic y ahorcándome con el nudo de la corbata, de que todo tiene que encajar en una planilla Excel (sí, estoy obsesionado con esa metáfora y qué), de sonrojarme tras leer lo que escribí la semana pasada o hace un mes o hace un año. De echarle la culpa al resto o "al sistema". Entender que el sistema puede ser mutado o inclinado a mi favor. No tenerle miedo a que las cosas se den a mi favor. Dejar de hacerme zancadillas solo, de ser el peor enemigo de mí mismo.

Hoy dediqué gran parte de la tarde a recorrer minuciosamente el cuerpo F de El Mercurio. Todo se ve muy barato y a la vez muy sospechoso. Pero el entrenamiento zen debería comenzar a dar efecto. Pasé un primer semestre abstemio de comida chatarra, acostumbrado a caminar distancias largas, probando qué se siente prescindir. De personas y de cosas. Haciendo una tesis que en no pocos momentos sentí interminable. Pero todo eso se acabó y es hora de dar el gran salto. No tengo una sola atadura. Ni siquiera siento el pudor que podría -debería?- estar sintiendo al escribir todo esto. Comienzo a encontrarle sentido a los entrenamientos militares. Pasar por lo peor te hace salir fortalecido. Ok, antes de empezar a citar a Nietzche (no me interesa como se escriba!) cierro esta porquería por hoy. Chao.

martes, 26 de julio de 2005

Hace tiempo que no veía una película voladora de cabeza. Closer me dejó como canadiense de South Park. Y con la ceja derecha levantada por un buen rato. Ni siquiera puedo decir si me gustó o no. Lo que sí tengo claro es que tiene cero emoción. Punto en contra. Es muy calculada, muy obra de teatro (de hecho, es adaptación de una), muy para estudiantes de psicología. Pero me dejó levemente lisiado con el tema de que nadie está con nadie, que la gente va y viene, que cuesta confiar en alguien porque mentir es tan adictivo como jalar. Sobre todo porque, una vez que entraste en el juego, cada vez te conformas menos con dosis pequeñas. Igual nunca he jalado, no sé por qué hago metáforas tan imbéciles.

La peli se trata de intentos de parejas, pero como yo no sé qué es eso, no puedo evitar extrapolar su moral a relaciones humanas en general. Cuando Shó sacó el dvd del reproductor y me preguntó "te gustó", musité un ruido gutural mientras seguía con mi ceja levantada. Y, a modo de reflexión inteligentilla, dije "al final la única honesta era la Natalie Portman". Spoilereando en mala. Voy a seguir, así que es el momento de hacer click en otro lado. Buéh. La cosa es que Shó me respondió "pero shó, si era la más mentirosa de todos, nunca le dijo su nombre verdadero al otro". Pero sí era la única que no puso el gorro. La única que siguió siempre lo que le dictaban sus impulsos (que, en este caso, no son lo mismo que las hormonas). Que odió, amó, dio oportunidades y mandó todo a la mierda cuando sintió que era necesario. Su única mala idea fue, al final, mentir y mentirse para tratar de ser feliz. Nunca entender que el amor no es una mentira de común acuerdo. Los demás habrán reconocido sus gorreos, pero la torpeza post-pérdida de confianza de la Portman (lo siento, en estas películas nunca retengo nombres de personajes) la hizo quedar como la más humana de los cuatro. Y no lo digo sólo por lo cool de verla con el pelo rojo o disfrazada de Soledad Onetto en el escenario de un club de strippers, pero es, quizás, el único personaje adorable de la peli.

Hace mucho rato que dejé de confiar en la gente. Antes iba a reuniones a las que no quería ir, me aburría y no me iba a la mitad por diplomacia o algo aún más estúpido que eso. Ahora selecciono mejor las invitaciones y, claro, eso conduce a que contar a tus amigos y cercanos sea como revisar un cartón del Kino. Pero lo prefiero. La honestidad es el único camino y si tiene que ser brutal, pues será brutal. No es fácil, claro. Mentir es el camino corto, el parche. La honestidad implica visceralidad y, cuando el mundo que te rodea parece una planilla Excel, no es una política fácil de mantener. La honestidad me asegura que los cuatro o cinco aciertos de ese Kino, que se quedaron conmigo, van a poder echarme en cara cualquier cosa menos que no pueden confiar en mí.

Closer es de esas películas que no puedo procesar correctamente. Anoche, mientras volvía a mi casa en medio de una neblina londinense, me di cuenta que tengo 23 años y he experimentado demasiado poco como para entender la cuarta parte de lo que se trata todo esto. ¿Qué quieren? Si quieren un comentario de cine de alguien que viene de vuelta en la vida, váyanse al blog del fucking Antonio Martínez, que le puso dos estrellas a Charlie y la Fábrica de Chocolates. Película que todavía no he visto, pero ya sé que me va a gustar. Porque si emociona, cualquier pajeo psicológico se queda corto.

viernes, 22 de julio de 2005

Soy especialista en perder amigos. O en mandarlos a la mierda unilateralmente. La teoría que he elaborado para justificar mi pésima onda es que ciertos amigos, o las ondas (!) que ellos representan, tienen que ver con etapas de mi vida y que, mientras yo evoluciono, mis amigos se quedan ahí. Sí, además de mal amigo, farsante.

Adivinen a qué viene mi reflexión. Yeap: junta de curso 2005. Llegué a mi casa furioso porque me compré la última Rockdelux con el envoltorio roto y en alguna parte del trayecto se me cayó el cd. Dork al cubo. No alcanzo a sacarme la chaqueta cuando suena el teléfono: era Carlos Parra chantajeándome emocionalmente para que no falte mañana. "Van a estar todos". Muy psychamente le pedí que me leyera la lista de los confirmados. Me leyó la mitad. Ningún personaje interesante. Ni siquiera la ex-personaje clave. Y al rato, "Zírok" me empieza a decir por msn pero vamos po, un rato no más, compramos una promo, "si igual va a ser entrete". El lector avezado recordará mi patético lloriqueo post-junta de curso 2004 en 20six. Lo acabo de re-leer y me dio VAP. Así que no no más. No voy y no voy. A menos que a última hora me entere de una asistencia notable. Pero lo dudo.

Me cuesta ser antipático con cierta gente. Si tengo que reconocerlo: soy un abuelo querendón. Más todavía con gente que te vio crecer, que te conoce las pendejadas y que podría ponerte en aprietos si contara ciertas cosas de las que se acuerdan. Y viceversa, está claro. Gente que en algún momento de tu vida descartaste y sigues sintiendo que eso estuvo bien. Pero la susceptibilidad al "hey, te queremos" es y será uno de mis puntos débiles. Aunque ya no sienta nada en común, ningún tema de conversación y todo se base en eternos flashbacks, la sensación de que un par de tipos fueron lo más destacable de 12 años de déficit atencional e ímpetus antisistémicos ahogados se instala sola por encima de todo. Y se trata de gente que, si la conociera ahora, la encontraría aburrida y miope.

Puta, quiero tener una excusa para no ir. O aprender a decir "no tengo ganas, fuck off" y colgar el teléfono o hacer sinadmisiones masivas, como en los viejos tiempos. Tan asquerosamente diplomático jotapé.

miércoles, 20 de julio de 2005

Diez puntos de sangría

Terminé la tesis (ver foto de la producción en serie en 20sick) pero aún no la he entregado. ¿Razón? La impresión de las tablas Excel fue un desastre de proporciones y tuvimos que acudir al Ingeniero Ñaño para que nos auxiliara y nos configurara los márgenes según lo que dictaba el Manual del Obsesivo Compulsivo a punto de entregar su Tesis. Y tres copias no se imprimen en un ratito. Y empezamos ayer pero se nos acabaron las hojas y hoy hubo que conseguir más. Torre Extra-Arias, tal como lo quería Shó. Y a las cinco de la tarde estaba todo listo pero, oh sorpresa, Berrueta y la Mabel ya se habían retirado. ¡A las cinco! Después de cinco años escuchando que periodismo es una carrera sin horarios y que acostúmbrense a trabajar quince horas diarias y que la ley laboral no le importa a nadie. Pero el director y la secretaria de carrera trabajan como cinco diarias y organizan congresos de semiótica en las nubes en vez de darle una mano al esforzado tesista y avanzar juntos hacia un mundo mejor.

Así que mañana será el día. Hoy, para acostumbrarme a mi futura nueva condición, vi noticias y son cada vez más fomes. Y efectistas. Incluso las de acá. Carolina Jofré se congelaba a la entrada de la cárcel de Temuco para entrevistar a un seremi sobre "el caso emblemático, de la reforma procesal", lo que podría haberse grabado en el estudio a las siete de la tarde. Y todos tomarían once en sus casas y pasarían más tiempo con sus hijos o con quien sea. Mientras otros se van a las cinco. Y otros vagan porque les da lata conseguir trabajo.

Hay buenos blogs en blogspot. Quizás me quede acá por un tiempo. Hace bien cambiar de aire. Mañana debo hacer un powerpoint con letras voladoras y efectos bacanes. "Bacanes"!. No sé qué estoy tecleando, chao.

jueves, 14 de julio de 2005

Hoy anoté en mi palm mental una nueva razón para no querer ser periodista. Acabo de ver el reportaje de Informe Especial -modernilla y billgatesianamente rebautizado como IE- sobre los neonazis en Viña y otras partes. Peligroso. No sólo las conductas de los jóvenes admiradores de Adolf, sino el haber hecho el reportaje. Me imagino a los cabezas rapadas -no los que aceptaron dar entrevistas, por cierto- rondeando el edificio de Mauro Lombardi y esperando que salga distraído a comprar coca cola o cigarros una noche cualquiera para sacarle la cresta. Debe ser coolísimo y todo entrar con cámara oculta a un mall (¿cómo les habrá caído el asunto a la gente de seguridad de ahí?) y encarar al líder skinhead con más cara de cajero de banco pusilánime y mamón que he visto.

Lo que me aproblema es lo que puede causar ese material si es visto por cierto tipo de mentes. Me explico:

"... como flores que golpean su tumba." (C. Cornell) dice:
¿viste Informe Especial?
"... como flores que golpean su tumba." (C. Cornell) dice:
que enfermos, la cagaron
"... como flores que golpean su tumba." (C. Cornell) dice:
ahora sí que da miedo andar de noche por las calles
"... como flores que golpean su tumba." (C. Cornell) dice:
porque ahora no sólo te pueden asaltar, sino que además te pueden moler a palos sólo por no verte como ellos
"... como flores que golpean su tumba." (C. Cornell) dice:
¿y a ti no te da miedo (hablando en serio)?
Jean Pierre dice:
me da miedo como me dan miedo los terremotos
"... como flores que golpean su tumba." (C. Cornell) dice:
harto absurda tu comparación
Jean Pierre dice:
por qué?
"... como flores que golpean su tumba." (C. Cornell) dice:
estás comparando un fenómeno natural con una tropa de idiotas inmaduros que se creen superiores al resto por nada
Jean Pierre dice:
y?
"... como flores que golpean su tumba." (C. Cornell) dice:
esto no merece el más mínimo análisis de mi parte
"... como flores que golpean su tumba." (C. Cornell) dice:
por ridículo

Plop.

He ahí el problema. La tele -más que los diarios o la radio- lleva tanto tiempo haciéndole creer a la gente que el terror está a la vuelta de la esquina que llega un punto en que se enredan las percepciones. No saben si tenerle miedo al cortador de pasto o a, digamos, Osama. Y cuando alguien es miedoso por naturaleza, los medios son el potenciador perfecto. O a lo mejor cualquier cosa puede llegar a ser el potenciador perfecto, no sé. Lo que sí sé es que no quiero formar parte de ese número del circo. No quiero contribuir a que la señora Juanita viva encerrada en su casa Serviu, ni a que la gente de mi edad viva en un sótano y se pierda de la mitad de las cosas que valen la pena, y sólo porque aprendieron que lo que sale en la tele existe y lo demás no. Lo que me falta descubrir es cómo aprendieron eso.

martes, 14 de junio de 2005

en mi mundito de uno por uno.

Periodismo es la carrera más inútil del mundo. Debería ser impartida en el colegio, onda electivo. Cosa que uno reciba a la vez la licencia de cuarto medio y el título de periodista. Una optimización de la relación tiempo-esfuerzo. Pero no. En vez de eso, hago una tesis que no se termina nunca, me aburro y me aburro. Me caigo mal y me dejo de juntar conmigo un rato. Me auto-pongo sin admisión. Hasta que hago mérito y me reconcilio con mi propio ser caótico. Aprendo que no saco nada proponiéndome ser metódico y estratégico. Tengo que desarmarlo todo, por el puro gusto de volver a armarlo después. Si lo hubiera decidido antes, maldición, no estaría aquí, estaría frente a mi eMac que confundiría con la tele, en mi departamento con vista a otros departamentos, mientras ella me grita desde la cama ya poh, no seái tan compulsivo, ven a acostarte, son cuatro para las cuatro.

sábado, 15 de enero de 2005

No vuelvo más a esa mugre de canal. No con corbata, al menos. Escupir al cielo es mi especialidad. Pero no soy TAN barato.



Ahora, a trepar por Chile. Y a tratar de encontrar de una vez por todas "algo" que me haga levantarme con ánimo a las nueve de la mañana o a la hora que sea. A encontrar el cauce y a tranquilizarme. O a enervarme más. A sentirme tranquilo por enervación. Ese es el estado mental que elijo para hoy y, de repente, para el resto de mi vida.



Chao. Léanme allá nomás. Si quieren también poh.

sábado, 8 de enero de 2005

Este blog no tiene sentido. Nunca lo tuvo. En el momento de su concepción lo visualicé como una url que, a diferencia de las otros dos blogs, sí le podía dar a mis amigos (léase Mardones, Shó y en esencia todos los que me conocen en el popular y erróneamente conocido como "mundo real"). Un blog donde puedo decir cosas que tengo que decir pero que no me ponen en aprietos. Me da lata no poder ser tan honesto. Síndrome de periodista. No miento, pero oculto. Tengo mucha info en mi cabeza pero tengo que darle un uso que no quiebre ningún sistema más que lo permitido por mis jefes.



En 6 días más comienza la fuga y se acaba todo. "No quiero ser periodista" fue el arrebato de una noche con exceso de Coca Cola y ahora se transforma en la verdad. Quizás sí quiero ser periodista. Lo que no quiero es ser un obrero. Aun cuando hoy sienta que otras opciones me queden tan grandes como el terno que uso para disfrazarme. La credibilidad se compra a 80 lucas en Falabella y ésas son las cosas con las que no puedo ni podré estar de acuerdo. Y soy demasiado mainstream como para dejarme de lavar el pelo, vestir chalecos con rombos y trabajar en una radio tipo Nuevo Mundo. Pienso que profesionalmente no voy a encajar en ningún lado y eso es frustrante. O aplico el Plan Shango y asumo que me moriré de hambre el resto de mi vida, o aprendo a agachar la cabeza, a no quejarme y a esperar mis vacaciones de quince días hábiles al año y mi canasta familiar llena de baratijas y mi cena anual donde intentaré propasarme con mis compañeras de trabajo y comeré como cerdo para vengarme y me alcoholizaré tanto que terminaré vomitando todo lo que aguanté en el año. Todos los silencios. Ninguna de las dos opciones se ve muy viable. No puedo dejar ni mi adicción a la comida ni la de alegar más de la cuenta. Necesito una tercera vía urgente. Ideas tengo, pero primero tengo que vencer la jimmymorgantez y demonios que eso se viene difícil y creo de forma definitiva que solo no voy a poder.