martes, 25 de abril de 2006

Estado Z


He tenido una revelación de esas que se tienen, con suerte, tres veces al año.

Quiero ser como Marko Zaror.

O sea, no sé si como él o como su personaje en Kiltro. Kiltro es la peor película chilena que he visto. Y conste que he visto joyas de la altura de XS, la peor talla -que la disfruté un sábado por la noche post-enajenante tarde de jugueteos con Excel en tiempos de tesis-. Es tan mala que llega a ser buena. No me arrepiento de los 1600 pesos gastados porque, demonios, de eso se trata. De que alguien te diga o te proponga cosas desde el otro lado de la pantalla. Impactante: hasta Kiltro te puede enseñar algo.

Kiltro, el personaje, es un Forrest Gump con esteroides que a punta de combos se transforma en el macho alfa de la cuadra. Hasta que llega otro, claro. Kiltro cree estar enamorado de la mina porque es bonita, y va a pegarle al otro pretendiente por amenazar su territorio. Tiene a cuatro tipos beta que lo resguardan, lo siguen y le dan consejos porque es emocionalmente inepto. Y está toda la peli intentando ser el cabrón, dar las mejores patadas y así conseguir a la chica, que lo mira con una mezcla entre ternura y lástima. Para él las cosas son simples: come, caga y se impone peleando. Y termina bien. Tan bien que proseguirá sus aventuras en la i-want-my-fucking-ticket-right-now Kiltro 2.

Lo que pasa es que yo quiero hacer una peli como Kiltro. Una peli que se trate de las estupideces que hacemos los humanos cuando queremos obtener o mantener algo que nos importa-o alguien. Para el caso, da lo mismo-. Lo que sea. Por el motivo que sea. Y haciendo lo que sea. Sea dejar sangrando gente o, qué se yo, conseguir un puesto, tratar de escribir mejor, irse lejos, meterse a un gimnasio, trabajar sesenta horas a la semana. Quiero una peli donde el héroe no sea héroe. Y si hay uno, que esté por atrás, dándole consejos, sabiéndose poder en las sombras y consciente de que es mejor no estar en la primera línea si de cambiar las cosas se trata. Arrancando de la exposición, pero coqueteando con ella. Es que salir de una peli donde las cosas se arreglan a patadas a un mundo que no es muy distinto, frikea un poco. En Kiltro nadie conversa. Y los diálogos son de una ramplonería horrenda. Pero veo más realidad en una película de artes marciales ambientada en Patronato que en, digamos, Fuga. Es que la cosa es simple: eres héroe, o te pones del lado de los estúpidos. Y, me temo, unos se necesitan a los otros para que este mundo funcione. O te salvas o dejas que el imán del abismo te gane. Y nadie puede odiar una historia que se trate de eso. Sea estúpido, héroe, o aspirante a héroe.

viernes, 14 de abril de 2006

cuando miento lo digo de verdad

Damn, estoy aburrido. No me sentía así hace semanas. Anoche me dormí viendo Room Raiders y hoy podría hacer lo mismo viendo Ben Hur, pero no me apetece. Dormí quince horas seguidas. Tomo pisco sour y saco Pringles del envase de forma mecánica, sin ganas. Una a la vez. Mi teléfono está al lado del envase. No suena. Mis únicos mensajes de texto aluden a llamadas perdidas y a promociones de Entel que no me interesa contratar. Más allá hay un envase sin abrir de Duracell AAA, para mi querido Nex. Debajo de él, Dios Patria y Coca Cola y la versión 2004 de Mapcity. Más abajo, la revista del cable y muchas otras revistas. Algunas las compré, las hojeé y nada más. Acumulación de conocimiento, le llamo, para no sentirme tan botando la plata.

Debe ser cierto: soy fome. Tengo a la mitad de mi lista de msn sin admisión. Nada personal con nadie -de hecho, tengo admitida a la gente que no me habla nunca-, es sólo que hoy no ando particularmente comunicativo. Nada que declarar, tal como este post. Mente en remojo. Saludable, tomando en cuenta que a veces pienso demasiado y termino dando la lata o poniéndole "color". Esto de buscarle la décima pata al gato puede traer beneficios, pero son imperceptibles y definitivamente no son extrapersonales. Pero detesto dejar pasar los detalles. Las cosas, la gente, las relaciones, están plagadas de detalles. Hay gente que no los ve o que, demostrando su sanidad mental, los ve pero opta por dejarlos pasar. A mí me obsesionan un poco. Me pregunto si esto me dejará un paso más cerca de la locura. No estoy dispuesto a pasar el resto de mi vida tocando acordeón en la esquina de la Cruz Verde. O como el tipo de Fuga -peli que, aunque es demasiado como del mateo del curso y con recovecos narrativos innecesarios, me impactó- , imposibilitado de dar rienda suelta a su talento. No es que yo crea que lo tenga, pero para algo debo servir. Y admiro a los tipos que transforman sus taras -again, no es que yo las tenga- en algo positivo. Como que la funcionalidad ya no me sirvió para nada.

A propósito de cine, tuve ganas de ir a ver La Sagrada Familia, pero ninguno de los tres cines de esta aldea tuvo la delicadeza de estrenarla. La encontraron poco piadosa, supongo. Tal como con Brokeback Mountain, que la traen cuando ya va a aparecer en dvd, los muy giles.

Acompañé a mi madre al Jumbo a comprar huevos de pascua para sus nietos, mis sobrinos. Le pregunté si habría un nido para mí. Me contestó "mientras vivas en mi casa va a haber un nido con huevos de pascua para ti". Acto seguido, miré la sección libros y me acordé de algo que no tiene nada que ver con libros. It's time to get the fuck out of here.

noquieroserperiodistaperotampocoescritor

"Los buenos libros nos enseñan a descreer de los mitos y las leyendas, de los valores adquiridos y del automatismo mental. Los escritores, sin embargo, son de todas las personas que conozco las más adictas a los mitos, a los automatismos mentales y los valores adquiridos (...). La gente que está sola mucho rato, cuando encuentra compañía suele hablar demasiado y tener poco o nada de qué hablar. Tengo pocos amigos escritores, porque generalmente es imposible hablar con ellos de política, mujeres y viajes sin que se interponga la máscara del escritor maldito o yuppie, culto o aventurero, pero casi nunca auténtico, real o simplemente inteligente. Siento en ellos, generalmente, la nostalgia por un padre, un Estado, una profesora, que les diga que son lindos y los consuele de sus desolaciones preinfantiles".


La mejor columna -o al menos la más entrañable- que he leído en meses. Ahora me quiero tomar una chela con Gumucio, que modula mal, igual que yo. Aunque a mí me pasa sólo cuando estoy nervioso.

jueves, 6 de abril de 2006

Oh here comes the hardcore life

Ayer, después de más de un mes de amenazas acá y en medio de cualquier conversación, subí el cerro. A los pies, todo estaba igual que siempre: la misma gruta de la virgen, la misma vieja regando, los mismos perros persiguiéndose, las mismas placas de agradecimiento del tipo "grasias virgensita por ayudarme a obtener mi título profecional" (sic). Estuve mucho rato mirándolas. Hay algunas que datan de 1945 o antes. Me pregunto si realmente han estado sesenta años ahí o las han rehecho. Antes, la gente usaba palabras como "mamacita" para referirse a la mamá y creía que un pariente que estuvo 35 años enfermo efectivamente se podía curar gracias a la virgen. ¿Y por qué la virgen se demoró tanto en cursar la petición? ¿Y por qué Dios manda enfermedades para después quitarlas tras un rezo? Ese tipo de cosas pensaba cuando dejé de creer en Dios como en "el viejito con barba y túnica blanca". Ahora creo que subir el cerro o amar a alguien es conectarse con alguna especie de dios. Así de engrupido.

Creo que es más ondero ser ateo. Y lo dije en voz alta tras veinte minutos de subida, mientras estaba sentado entre tres árboles y oía a unos pendejos reirse, un poco más arriba. Es ondero porque se supone que así tienes el control de tu vida. Pero, recién ahora me vengo a dar cuenta, esto no tiene nada que ver con el control. Cuando chico efectivamente creía ese cuento de que botar un pan es botar la cara de Jesús y tenía pesadillas en las que el diablo me esperaba a la entrada de un túnel y yo iba en un auto que se conducía solo. Tuve que tener 15 años, un problema x, ir a la virgen de la San Francisco a pedir solución a ese problema, escuchar Prodigy en mi personalstereoconcassettera y llegar a la casa a vomitar para darme cuenta que el único que se puede solucionar las cosas soy yo. Y si es tan terrible y no puedo hacer nada, pues nadie podrá tampoco. Así de simple. Lo vi claro en ese momento. Y lo olvido a ratos. Si es tan simple. Soltarse y flotar, como dice mi novia.

Por eso me hace bien ir al cerro. Porque desde arriba se puede controlar todo. O tener más claro el método. Entendí eso y decidí que era hora de bajar. Como es tiempo de actuar y no sólo de pensar, bajé corriendo. Vi a un tipo con pinta de vocalista sound tomando de la mano a una colegiala de pantys grises. Y luego a un perro que me olfateó y me persiguió hasta abajo. Total que me lesioné un poco al costado de la rodilla izquierda por culpa del maldito cerro y anoche no podía subir bien escaleras o salir de la cama en menos de dos segundos. Shit happens. Hoy todo estuvo mejor que nunca. Me siento barsa dando tips de autoayuda, pero treparse a un cerro casi rebalsado de árboles y con una virgen abajo hace excelente para entender en qué tipo de mundo estás y qué es lo que tienes que hacer en él. Yo lo tengo clarísimo, ahora. Se trata de la vida hardcore. Pero eso es info más privada.

PD: Gracias por estos dos meses, caracola. No hay cerro que se compare a eso.