lunes, 29 de agosto de 2005

¿Para esto me vine a Santiago? ¿Para encontrarme con lluvia peor que la de mi ciudad no-natal? ¿Para quedarme todo el fin de semana encerrado en la pieza viendo tv cable porque el clima hizo que se me quitara cualquier ánimo de hacer nada? Ni siquiera fui a lo de mis tíos a comer decentemente. Pe-ro-bué. Acabo de entrar a este ciber escapando de un granizo que me pareció nieve en el primer instante. No tengo claro si oí un trueno o estoy afiebrado.

Javier, mi puerta de entrada al éxito, es una puerta bastante giratoria parece. Porque no tengo nada seguro. Esta mañana concluí que he sacado dinero de todos los cajeros automáticos que existen en esta aldea. Y ya no saco comprobantes porque para qué. Camino y camino y el sábado descubrí una herida en el cuarto dedo (tienen nombre los dedos de los pies?) de mi pie derecho. Herida que me hizo caminar de una forma muy extraña, que no puedo describir, para llegar a un supermercado y comprar pan.

No sé si soy sádico o qué, pero me gusta ver la tragedia por televisión. O como que ahora este tipo de noticias me atañen. No puedo no tener Internet, soy un maldito adicto. Optaré por INternet antes que por una dieta balanceada.

miércoles, 24 de agosto de 2005

Adivinen quién fue el imbécil al que se le quedó abierto msn en un ciber. Espero que nadie haya pensado cosas malas de mí. Al menos no por culpa del subnormal que, supongo, me suplantó. Así que vuelvo a robar internet en universidades ajenas. Es una excelente opción.

Adivinen quién no ha hecho nada productivo, fuera de vagar, ir a Burger King, ir al Portal Lyon, vagar, pedir cotizaciones de Mac minis que no comprará, vagar, sacar un ejemplar de La Segunda de un basurero y leerlo homelessmente sentado en un banco, mirar a la gente y descubrir que nadie se sicosea tanto acá, vagar y comprarse cuatro botellas de Watt's durazno en una tarde que costaron lo mismo que dos de litro y medio.

Qué lata andar buscando piezas si a lo mejor no me quedo. Qué lata imprimir currículums que no dicen nada de mí. Qué lata andar con fragmentos del Mercurio del domingo, con hojas de avisos económicos llenas de rayados. No hay nada que hacer, soy un vago, excepto cuando me propongo algo. Y ahora sólo me he propuesto caminar mucho y descubrir mediante la observación cosas que me sirvan para esos proyectos que tengo. Detesto la palabra "proyectos". Es como de "quiero que crean que soy muy esforzado y emprendedor pero en realidad no hago nada". Quizás por eso la estoy ocupando.

Karina Alvarez me abrió la puerta de una Salco Brand a pasos de aquí. Ella iba saliendo y yo iba entrando y me dio un infarto. Yo cacho que debo haber puesto una de mis cinco peores (o mejores, según) caras de imbécil, porque como que se rió bajando la vista. Soy tan provinciano sicópata que memoricé la patente de su auto y recién ahora me vengo a dar cuenta que la olvidé. Bueh, otros se emocionan con cineastas ególatras o comentaristas de rock archivendidos al mainstream.

martes, 23 de agosto de 2005

Ho-la. Estoy en Santiago, la ciudad del aciago (¿?). Estoy en la sala de computación de una universidad fashion que parece mall, comparada con la infradesarrollada ufrito. Tengo mucho sueño. Dormí como el forro en el bus y alprazolím, gentileza de madre, no ayudó en nada. Acabo de recorrer deptos con Germán (bueno, por fuera) y creo que me gastaré la mitad del dinero en llamadas telefónicas. Soy tan sureño que traje arroz, tallarines, huevos y quesos del campo para compartir acá.

No sé por qué siempre que viajo termino usando el blog como bitácora de un viaje del cual no hay mucho que contar. Bueno, llevo dos horas acá, no sé si convenga ser tan exigente.

Se me quedó el saco de dormir, soy un imbécil. No se me quedó nada de lo que se me queda siempre (cargador del celular, cargador de la cámara, etcv). Chao.

sábado, 20 de agosto de 2005

Lo que pasó, pasó

Tengo la intención de hacer que todo sea un tratamiento de shock. Por ejemplo: si estoy postergando una ida al dentista porque siempre me ha dado pánico el dentista, pues ahora quiero ir y pedirle que me saque la muela de la manera más dolorosa que encuentre. Si sobrevivo a eso, sobrevivo a lo que sea.

Terminé -tras dos semanas, malos ratos, patadas a las rejas de mi ex-universidad y 160 horas gastadas en el ítem "esperar"- todos los trámites relativos al título. Salvo pagarlo, bueno, pero ése es un detalle. Así que, para celebrar, anoche decidí asistir a la fiesta de titulación de mi buen amigo Ñaño. A estas alturas no debería definir ciertos eventos como "bizarros", pero qué le voy a hacer, fue bizarro. Vuelve y vuelve esa sensación de estar siempre en una fiesta donde conoces a todos, donde todos fueron compañeros de colegio o conocidos de la noche temuquense (???) o amigos de tus amigos, pero en el fondo no conoces a nadie. Estás en la esquina de la fiesta aunque estés en el medio. Ni siquiera puedes dejotear porque lo que manda es el reggetón y los ritmos de hace quince años que nunca se van.

Un tipo grandote hablaba de que sus pitbulls eran como las guaguas de la casa, mientras otro sacaba fotos como enajenado para las que hacía a todos posar y mirar hacia el lente. Una niña preciosa que se me hacía cara conocida, de la que luego averigué su procedencia, declaraba no haber pololeado nunca. O al menos eso entendí, detrás de un vaso de asqueroso tequila que intenté mezclar con limón amargo y sal y que le terminé regalando a Luciano. Siempre digo que por más que tomo no me curo -bueno, salvo excepciones que debes recordar, lector conocido, y que tuvieron que ver con muchas otras cosas-, pero sí entro a un estado en el que no me importa el medio ambiente. Todos los escenarios son sets de televisión y todos los que me rodean son personajes creados por mí. Así llegué a un auto de dos minas que se me hacían conocidas aunque sé que nunca las había visto, y que me convidaron una piscola que estaba mala. Así entré a una especie de cabaña de veraneo acondicionada como discotheque, donde bailé Lambada y otras cosas. Así terminé leyendo mentes ajenas, estoy seguro. Si hubiese querido pongo una bomba ahí mismo y todos mueren, pero obviamente no quise porque había gente -y no la minoría- que me cae bien. O quizás me abstuve porque nunca estuve ahí. Ni en la casa de mi amigo graduado, ni en la fiesta posterior. Estuve escribiendo esto, o haciendo paralelos entre el mismo día del mismo mes pero en cinco años más. O cinco años atrás.

Hoy en la mañana entro a msn y le pregunto al festejado cómo lo pasó, y me responde "uff, la media caña". Y es todo lo que queda. Sí, ya sé que es bien idiota posar de militante de Outsider Pride, pero me queda claro que nunca voy a pertenecer. Nunca logro esa conexión, aún poniéndome a conversar con cierta gente como si fuéramos entrañables amigos. Nunca siento esa hermandad. Y no sé por qué la necesito. No pertenezco ni aquí ni allá, ni al real ni al imaginario, y quizás eso mismo sea mi salvación. El 2010, cuarenta y cinco shocks mediante, escribo un post con la respuesta.

miércoles, 17 de agosto de 2005

Piscología pura

Fuck, tomé algo de pisco sour y, además de las consecuencias lógicas, me duele un poco el cuello y la cabeza. Pero hay que pasar el frío de alguna forma.

A ver. No quiero hacer un post que dé pena. Pero quiero escribir.

Cada día descubro que más gente conocida y conoextraña lee este blog. Lo cual no me molesta en absoluto (hola, stay tuned for more Happy Days!). Franqueza debería ser mi segundo nombre. Usualmente digo las cosas que me molestan, ya sea con manzanitas o riéndome in his face, incluso cuando vengo recién conociendo a las personas. He sido criticado por esto último. Pero creo que las cartas hay que jugarlas desde el primer minuto. Mi política dice que mejor llevarse las sorpresas al comienzo que al año. Por eso me molesta cuando la gente se deja conocer sólo cuando ha pasado un tiempo y se ha creado una confianza. Porque con eso me están diciendo que antes mostraron una cara más bonita, más maquillada y más sonriente que la real. Un bozal que mantiene retenidos sus lados oscuros. Yo, en cambio, intento reconciliarme con los míos. Y mostrarlos y decirle al resto hey, no es tan terrible. No es tan terrible arriesgarse a caer mal. No es tan terrible asumir las complejidades en vez de simplificarlas para encajar en el universo Ruta Norte Sour Light. Antes lo encontraba autodestructivo, ahora lo creo una de las cosas más mentalmente saludables que tengo. Y hasta creo que caigo mejor. Dejar a la gente con cara de pregunta ya no me parece una situación engorrosa.

Personas de las que me he comenzado riendo han terminado siendo buenos amigos. Y creo que es porque se mostraron tal cuales son. O porque a estas alturas ya no discrimino tanto, no sé. Pero me gusta la gente que cuando se aburre dice "me voy, me aburrí" o "no, sabís que no quiero ir, me da lata" en vez de inventar que se murió la abuela o que el papá no le dio plata o que estoy resfriado o tengo que cerrar las cortinas. Durante mucho tiempo me mordí la lengua para evitar hacer sentir mal, precisamente porque sé los efectos aniquilantes que una palabra puede tener. O para evitar los conflictos. O por miedo a catalizar -sobretodo por miedo a catalizar-. Y ahora estoy pagando las consecuencias de eso. Seis años después. Con lagunas vitales. Con asuntos pendientes. Con la última página no escrita que no me deja cerrar el maldito libro y empezar otro. Así que lo menos que puedo hacer es poner al día los pensamientos y las acciones. Y exigirle lo mismo al resto. Por mi bien y por el de ellos.

sábado, 13 de agosto de 2005

Saturday night

Me gusta vagar mucho y ver cómo las tardes duran cada día más. Mirar a la gente e imaginar sus vidas. Hacer que mi ocio suene válido excusándome en que es el único ejercicio físico que realizo, que tengo que justificar ante mi conciencia los fonosandwichs y las donuts del Jumbo, y si te parece muy de mierda entonces regálame una bicicleta. Lograr que el tiempo, lento por default, se consuma más rápido. Dejar más sentidos disponibles para la música. Encontrarme con gente y tener conversaciones desechables que hacen que se acuerden de mí. Patear basureros por el puro gusto del simulacro vandálico.

Me gustan las imágenes satelitales de Google. Mirar ciudades desde arriba y enternecerme con las imaginarias viditas de quienes las habitan. Muy jugar a Dios o al Big Brother. Me gusta agarrar una hoja de block, hacer rayas automáticas y después creer que son las calles de una ciudad. Estoy traumado con los planos, quizás debí haber estudiado cartografía. Ni idea dónde se estudia, ni idea si se estudia. Aunque igual no tiene gracia hacer rayas sin pensar en quiénes provocan esas rayas, en quiénes delimitan su vida entre raya y raya. En cómo van cambiando las rayas y qué es lo que gesta a esos cambios.

Me gusta observar lo que no aprendo a provocar, por más que me doy cuenta que no es ni tan difícil. Me gusta mirar a la gente que nunca conoceré y quedarme mirándola fijo a riesgo de parecer un sicópata. Me gusta que el exterior pase como una película por mis ojos y no yo como un extra dentro de él. Es una buena estrategia para, por un rato, meterse al bolsillo la capacidad empática y caminar derecho hacia la vida hardcore.

miércoles, 10 de agosto de 2005

Los dulces no tienen sentido

Me preguntaron "qué se siente?". En el primer minuto no supe qué demonios responder. Dije "bien, se siente como vacaciones eternas". Y así tal cual es como se siente. Las caminatas eternas y los trasnoches en msn strikes back. Al menos hasta que cruce el túnel burocrático de rigor.

Anoche fui a Cinemugre a ver Willy Wonka (sí, de nuevo). Es una película maravillosa. Fui el único de la sala que aplaudió al final. Pensé que a Ñaño no le gustaría, pero ahora hasta la quiere en dvd. Pienso que estoy rodeado de la gente adecuada. Una niña abrazada de su padre, obeso y con cara de desconfiado, bajó con nosotros en el ascensor.

Terminamos intoxicándonos en La Picá, lugar en el que apareció J, de chaleco Polo azul como todo sureño bien, en cuya casa terminé alcoholizándome y hablando de los músculos de Pato Laguna (eh, sí, tal como suena) el sábado. Conversamos sobre Willy Wonka (!) y le pregunté por su cuñado, un santiaguino que terminó en semi-coma por no acostumbrarse a esas extrañas costumbres sureñas. Me dijo que estaba "bien" y nos convidó a seguir tomando, invitación que Ñaño y yo rechazamos. Ratifiqué mi conclusión anterior.

No tengo nada que decir, tengo un pie en el limbo y otro en ninguna parte.

lunes, 8 de agosto de 2005

This is the end, my only friend

A las cinco y cuarto empezó el examen. Antes se cumplieron todas las leyes de Murphy que se podían cumplir: el mouse óptico que me prestó Nerdson no funcionó, no pude hacerme el nudo de la corbata, el cursor del notebook no se movía, la proyección del data estaba chueca, en fin. Mentiría si dijera que no tuve dolor de guata y ataque al colon durante las tres o cuatro horas previas. Al final tuvimos público igual, por más que Shó intentara impedirlo. Fueron veinte minutos hablando y tratando de que mi lenguaje corporal no denotara mi nerviosismo, al menos al principio. Según la Camila, en un momento me afirmé en la mesa y mis manos se movían como olas. Pero se me pasó una vez agarrado vuelo. Es como cuando hacía teatro cuando chico: toda la previa y al poner un pie en el escenario parecía niño con Parkinson, pero al momento de empezar a actuar y a vivir la situación, podía agarrar al público, a las luces y al resto del elenco con la mano y zamarrearlos hacia donde fuera. Yo era el dueño de la situación. Pienso que podría ser un buen niño símbolo de Ravotril y protagonizar un comercial de esos como de productos para bajar de peso: con "antes" y "después".

Las preguntas no fueron tan heavy metal como pensé. Un par de discursos impactantes que sonaran bonitos y con convicción, y ya, todo el rito posterior de que te digan colega y eso. Eres de los nuestros pequeño, te aceptamos en el club, siéntete honrado y golpéate en el pecho porque no todos tienen este privilegio. Jugaste nuestro juego y saliste ileso. "Ahora el magíster pues, joven" me dijo el mismo anciano que hizo que nos corrieran el examen.

Cuando salimos de la matriz ufriana, el cielo estaba rojo. Parecía fin del mundo. Shó, en plena San Martín, le gritaba a su abuela desde la vereda del frente "abuelita, me titulé" mientras la Camila tocaba la bocina y yo me sentía ridículo y disfrazado con ese terno. Una pesadilla lisérgica. Es el fin de una: lo que no sé es si será el comienzo de otra. Uf, cómo tan cliché. Me voy a celebrar al quin-sho, chao.

viernes, 5 de agosto de 2005

Jotapé y la fábrica de albañiles mediáticos

Breaking news: me corrieron el examen. ¿Razón? Un viejo de mierda, setentón y reconocido por toda la facultad como orate no entendió el marco teórico y cuestionó parte de la metodología. O sea, no entendió cosas que no detallé por considerar obvias. ¿Sabía Ud. que lo más difícil de hacer una tesis es compatibilizar los requisitos de "escribir en difícil" para satisfacer a una tropa de viejos intelectualmente arribistas, y explicar el procedimiento para que lo entienda un niño de cuatro años? Total que tuve que agregarle dos páginas a la metodología, con el consiguiente cambio en la numeración de páginas que nos obligó a imprimir todo de nuevo. Y corregir errores determinados como tales por el criterio obsesivo-compulsivo imperante. Ayer tenía ganas de patear una pared o un asiento de la micro o una vieja en la calle. Luego se me pasaron.

A esta hora debería estar celebrando y perdiéndome en la noche temuquense (!). Pero ya ven. Prioricé la posibilidad de tener una mejor nota (aunque no fue ni tan posibilidad, pero buéh, no debatiré sobre eso) atrasando en tres días mi proyecto de vida. Muy hastiado, en la reunión de ayer le dije a Carlos: "sabe qué, en realidad lo único que quiero es irme luego de esta universidad" y quedó como plop, porque creo que finalmente nos corrió el examen para ayudarnos. Fue muy liberador y me confirmó que debí habérselo dicho a un profesor por mes. Lata que le haya tocado a él, porque pese a todo, fue un siete como profe guía. Pero había que vomitar cinco años de desilusiones. Para dejarlas en claro.

Creo que he visto Pi más veces de lo conveniente y eso me ha hecho ratificar mi desprecio hacia la sobrevaloración de los números. El orate nos dijo que "esta tesis da máximo para un cinco", Carlos considera que merece "mucho más que eso", Shó cree que "hay que sacarse la mejor nota posible", tuvimos que imprimir de nuevo a causa de la puta numeración, y hoy mi madre me dijo "pero si te llamé diez para las doce" tras mi recriminación por haberme despertado vía telefónica en la mañana. A mí me encantan los números, calculo porcentajes y relaciones peso-dólar o peso-UF como ejercicio mental cuando voy en la micro. Pero procuro no volverme esclavo de ellos. Ya pasé por la etapa maniática de mirar mucho el reloj del celular esperando la hora de salir de la sala de espera. Sin asumir que el minuto lo decido yo.

Y quiero que la próxima semana sea catártica. Tomorrow is another day, today is another bomb. Así que espero no seguir dando la lata con el tema académico. Adiós.

lunes, 1 de agosto de 2005

Por primera vez creo que queda poco. Por primera vez es más que un intento autoconvincente de meter en la papelera de reciclaje mi propia loserness y olvidarme de borrarla para siempre. Por primera vez me duele el corazón, o el pulmón izquierdo, o el colon; en realidad no sé bien qué es lo que me duele, pero algo me duele y es un dolor rico. Salvo por ese maldito componente de ansiedad que, como siempre, lo arruina todo.

El 5 -es decir, en cuatro días más- doy mi examen de grado. A partir de ese momento, debería sentirme libre. Con todo lo que eso implica. Ser libre es un poder mutante que me hará capaz de agarrar la Torre Entel, sacarla de raíz y darle torreazos al destino, al miedo, a los malos recuerdos, a la inseguridad, a la gente que me dijo que me dejara de ver tele o de escribir tonteras, que me sentara derecho y me aprendiera a hacer de una vez por todas el nudo de la corbata. Que me dejara de huevear y pensara en el futuro. Que entendiera que el destino es algo que no se puede torcer.

Pero como todo poder, conlleva un yunque que tengo que aprender a cargar. Grandes poderes, grandes responsabilidades. Olvidarme de los malos asados, del deber ser, de las siete de la mañana masticando chocapic y ahorcándome con el nudo de la corbata, de que todo tiene que encajar en una planilla Excel (sí, estoy obsesionado con esa metáfora y qué), de sonrojarme tras leer lo que escribí la semana pasada o hace un mes o hace un año. De echarle la culpa al resto o "al sistema". Entender que el sistema puede ser mutado o inclinado a mi favor. No tenerle miedo a que las cosas se den a mi favor. Dejar de hacerme zancadillas solo, de ser el peor enemigo de mí mismo.

Hoy dediqué gran parte de la tarde a recorrer minuciosamente el cuerpo F de El Mercurio. Todo se ve muy barato y a la vez muy sospechoso. Pero el entrenamiento zen debería comenzar a dar efecto. Pasé un primer semestre abstemio de comida chatarra, acostumbrado a caminar distancias largas, probando qué se siente prescindir. De personas y de cosas. Haciendo una tesis que en no pocos momentos sentí interminable. Pero todo eso se acabó y es hora de dar el gran salto. No tengo una sola atadura. Ni siquiera siento el pudor que podría -debería?- estar sintiendo al escribir todo esto. Comienzo a encontrarle sentido a los entrenamientos militares. Pasar por lo peor te hace salir fortalecido. Ok, antes de empezar a citar a Nietzche (no me interesa como se escriba!) cierro esta porquería por hoy. Chao.