martes, 1 de noviembre de 2005

Por descarte

No hay que confiar en la gente. Punto. Ni siquiera en los que se supone que deberías. La gente más inesperada puede ser la que te acompañe hasta el día en que te desconecten del respirador artificial, y lo que te enseñaron en el colegio no era tan cierto. Sólo con porrazos uno puede darse cuenta de eso.

Hace menos de una hora le hablaba a una amiga sobre mi idea de que uno se hace amigo de la gente que tiene que estar ahí, y crea anticuerpos contra la otra. Aún cuando "la otra" sea la gente que te ha rodeado siempre, los que cayeron en tu historial de vida por causas más relacionadas con la compulsión por el orden que con "el destino". Hermandad cósmica, llamamos engrupidamente al fenómeno. No es nada que me conste, pero quiero creer que es así. Lo compruebo cuando converso con alguien que acabo de conocer y es como si nos viésemos hace años, o cuando me da dolor de guata ir a un asado o a un cumpleaños x sólo después de preguntar sobre la lista de asistentes. Son las intuiciones las que mandan aquí. A mí me dijeron cuando chico que no tenía que hacerle caso a mis intuiciones sino que "al método". En el colegio me hacían esos típicos programas diseñados por psicólogos de renombre mundial en que unes puntitos y creas figuritas e, inconscientemente, vas aprendiendo a seguir reglas, a controlar la impulsividad, a convertirte en un ser funcional al sistema, a condenarte en un cubículo y a controlar tu entusiasmo para no terminar como el gordito del comercial de Armonyl, o como el matón del curso, ese que hace quince años odiaste pero ahora le tienes un poco de pena, porque te diste cuenta que todo lo que hacía o dejaba de hacer no tenía que ver con otra cosa que no fueran sus frustraciones. Todos tenemos frustraciones y todos elegimos nuestra propia manera de canalizarlas. Algunos le pegan a la gente, otros se ponen un uniforme, otros hacen barricadas a la salida de la universidad, otros hacen sonar el motor del auto hasta volverlo insoportable, otros se pasan del cupo de la tarjeta de crédito, otros escriben, otros apretan los dientes y se aguantan.

En algún momento la programación debe haber salido bien y terminé creyendo que intuición era frustración. Ahora creo que estructuración lo es. Y es como esa gente que vive en círculos muy cerrados y conservadores y se da cuenta que las cosas son blanco y negro. O renuncia del todo, o se queda ahí, sobreadaptado. El tratamiento de shock es la única forma de que no queden rastros de la fase anterior. O sacas todas las minas antipersonales, o corres el riesgo de matarte por una que quedó ahí y no te diste cuenta. El desorden o el orden. La vida modelo o mi modelo de vida. Mutilar las convenciones o convencerse.

De todo eso me di cuenta este fin de semana. Viajé a Temuco el jueves, y el domingo me enteré de algo que me destruyó la guata y el ánimo. Algo que no fue culpa mía. Algo cuyo responsable tiene nombre, apellido y vinculación sanguínea conmigo. Algo que me dejó pésimo con alguien que me tendió una mano y que hace tambalear mis planes a futuro. Algo de lo cual, sí, ya, tengo un porcentaje de culpa. Por confiar. Por creer que esta vez sí podía tener una buena intención. Por darle una decimoquinta oportunidad a alguien que debí descartar desde el principio. Ahora, más que nunca, quiero retener cerca mío a la gente que me importa. Porque solo no funciono, aunque me quiera convencer de lo contrario. Tardes de melancolía barata en la capital me lo confirmaron. Y al resto, hacerle una raya encima del nombre y amuñar y lanzar al basurero la lista de la gente descartable. De la que hace daño. De la que te hace sentir aún más asco cuando descubres, en tu propia personalidad, rasgos suyos. Y que no son tan fáciles de botar a la basura.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

yo creo que más que no confiar, hay que irse con cuidado, más si hay antecedentes previos de actitudes fallidas. Con cuidado y cuando estes totalmente seguro, tal vez arriesgarte. Yo intento hacerlo, soy desconfiada, pero siento que es necesario arriesgarse con ciertas personas. El riesgo y el premio es que te puedes encontrar con algo verdaderamente desastrozo o con algo o alguien que realmente merecía la pena que te convirtieras en kamikaze.
saludos jp, que estes bien.
(cambié el url)

Anónimo dijo...

Sabes,hay que seguir teniendo fé en la gente, siempre hay alguien que valga la pena donde menos te lo esperas y las que no ya serán castigadas jajjaja

ANIMO

Lau.

Anónimo dijo...

Tengo que decirlo. Este es el post que más me ha conmovido de lo que has escrito. No sé si eso habla más de mi que de ti, pero eso. Parece que yo también estoy en un periodo colador, parece que también me aburrí de las cosas que no van para ningun lado con la gente.
Es mejor rodearse de gente que te importa. Los otros están casi de mostrador. Para qué. Creo que incluso te hace sentir más solo.

Saludos, JP

Anónimo dijo...

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