domingo, 18 de marzo de 2007

estrellitas de un fin de semana perno

* releyendo esta basura de blog me doy cuenta que me gusta escribir mostrando esa hueá como que algo que a la gente le hace dudar para mí es muy simple porque soy capaz de adaptarme a las distintas situaciones y versiones de ese algo y entonces hacer que la gente diga "puta, si en realidad es tan simple la hueá". si logro eso, soy dios. ej: "si no sabía, no sabía nomás" "decidí entrar a la discoteque". ese tonito de observador no-participante que igual participa pero sin mucha conciencia de ello. resolviendo en un segundo. tac. no es necesario más. "entonces fui, prendí el computador y teclée 'pico con todos' porque se siente bien". papelucho at 21, digamos. medio ingenuo. ingenuo pero no tonto. ingenuo pero resolutivo. ergo, un hitler bacán. ingenuo como de "llegué y la hueá era así, siempre ha sido así, a menos que no sea así, entonces habría que actuar asá. qué es lo que te estás cuestionando, maldito estúpido?"

* me impresiona ese modo de escribir -de los argentinos, de ciertos tipos- que siempre está buscando la agresividad. "su libro baila en el ring y tira directo a la mandíbula", leí hace un rato en La Mano. Es como si la literatura -o las artes, o la música, o la vida- fuera por definición algo pussy y hubiera que masculinizarlo a la fuerza, con sangre y escupos, para hacerlo válido y respetable.

* ojalá mañana despertando me sienta igual que ahora. y pasado-mañana y el jueves y el finde y la otra semana y todas las otras semanas del año y todos los otros años until I die. en serio, la dura. así abierto. así cachando que no queda otra que escribir. así no bloqueándome con el "a ver, qué estoy haciendo". matar al inspector de colegio interno. al que en vez de leer revisa cómo estoy leyendo. pico con ese hueón de la concha de su madre. sácamelo.

miércoles, 14 de marzo de 2007

froid

No cacho qué onda el subconsciente.

Acabo de soñar que leía un libro sobre dos pendejos de Concepción que creaban YouTube y sus vidas pasaban de estudiar carreras tan aburridas como "sociología" o "medicina" a ser ricos y famosos y creerse un poco el cuento.

El libro estaba bien escrito a cagar, con peleas entre ellos, padres que se los quieren cagar con la plata y ridículas conferencias en universidades sobre conciencia social. Había una parte muy grossa en la que gente humilde pasaba al escenario y empezaba a contar su "experiencia" con YouTube, cómo les había mejorado la vida y la demás gente empezaba a gritar y todo era como Jesus Camp pero aún más ridículo.

Tuve que prender la luz y sentarme a tratar de entenderlo.

La dura que no me explico cómo el subconsciente es capaz de escribir tanto y procesarlo en tan poco rato. Y uno que se sienta frente a Word y no sale nada. NA-DA.

Me pregunto si esto es una señal divina o qué. ¿Es el libro que debo escribir? Porque es bien basura, igual.

miércoles, 7 de marzo de 2007

feel the rhythm*

Ahora lo tengo claro: mi problema son los ritmos. Quizás por eso soy incapaz de bailar. Y no me vengan con la pavada de que los tipos rudos no bailan.

Cuando mi madre me compraba chocolates me decía "no te lo comas tan rápido porque después no te va a quedar, cómetelo lento". Los Papeluchos y las revistas tampoco había que leérselas rápido. "Tan rápido que lee este niñito", me decía en ese tonito de reproche-con-cariño que psicotiza tanto cuando se tiene 7 años. "Y después dices que estás aburrido". Cuando chico -esto suena pedante y no sé muy bien cómo redactarlo para evitarlo- siempre era el primero en entregar las pruebas y terminar las tareas. Y me empecé a sentir culpable por eso. Qué se yo, no quería que me miraran como "el niñito inteligente", quería ser igual a todos y que nadie me hueveara porque si me empezaban a huevear no sabía muy bien qué hacer. Me demoraba a propósito en entregar las pruebas. Ponía cara de "estará buena mi respuesta a la 21... mh, mejor reviso" para ser el quinto o cuarto en entregar la prueba y no parecer ni muy inteligente ni muy tonto. Eso me duró, incluso, hasta la universidad. Siempre creía ser el primero en terminar. Si no sabía, no sabía, qué me iba a quedar pensando. Y si sabía, respondía lo que había que responder y voilá. Las cosas son así.

Crecí intentando que las cosas me duraran mucho para no aburrirme después. Estirar el chicle hasta que ya no tenga sabor: una de las tres metáforas más maravillosas de la vida y que por supuesto no inventé yo.

Y pum, de repente tengo 24 años y he vivido 12. En parte por este afán de comerme el maldito chocolate lento y no devorarlo con la fruición pendeja que realmente es la forma de disfrutarlo. Hasta hace no poco tiempo organizaba mis días de tal modo de que no me sobraran horas para lamentarme porque se acabó el chocolate. Me despertaba a las dos de la tarde para que pareciera que las pocas cosas que tengo que hacer me llenan el día cuando nunca es así.

Pero vi la luz, hermano. Hace cuánto, no sé, creo que fue paulatino. Tal vez desde octubre de 2005, cuando viví en una ciudad rápida y noté que hacer las cosas rápido no es de mala educación. Y lo terminé de asumir ahora, cuando la idea es recuperar el tiempo perdido (¿se puede?), con cierta culpabilidad de haber desaprovechado todos esos años. Quiero ver todas las películas pendientes, leer todos los libros, conocer a toda la gente, hacer deporte, tener una tele de esas con pantallas chicas en las esquinas para poder ver Fox, Sony, VH1, HBO, El Canal de las Estrellas y Canal 13 al mismo tiempo. Entero de obsesivo-compulsivo. Eso, hasta que el cerebro se me agota y estalla casi literalmente dejándome tirado en la cama mirando el techo como un sucio niño autista.

Es hora de terminar con eso. Es hora de devorarse las cosas en su velocidad indicada. Si tiene que ser a diez mil por hora, pues que sea así. Pero también me puedo demorar cinco horas contemplando las cosas que lo ameriten: una canción, una chica linda, una casa vieja perdida en el barrio Estación, un lalalá, whatever, no sé qué cresta más poner acá.

Si todo está claro, ¿cuál es el problema? El problema es que time is running out. 24 años, una carrera terminada hace dos, un año y medio sabáticos, poca gente nueva entrando a mi enano pero buen núcleo social, ya debería estar trabajando, debería haber aprendido más cosas, conocido más lugares, atrevido a más para no tener 12 a los 24, ya debería estar enrielado y avanzando hacia mi plan maestro megalómano que no detallaré por pudor, porque me revela como doceañero y porque casi todos los que leen esto lo conocen. Pero son todas esas hueás pendejas que ya deberían habérseme pasado.

Pico con el consejo de psicóloga chanta de "ay, cada persona tiene sus tiempos". Si es así, yo no quiero estos tiempos, quiero los de esa otra gente que tiene 24, los representa y los siente. Yo ya debería estar en otra parada.

----- insertar aquí final rematador, smartie, esperanzador pero no mamón, por ningún motivo resentido -----

* Una de las palabras que jamás aprenderé a escribir en inglés es "ryhthm". Me rendí.
**Ya, este post suena como de 2004 y se supone que ya no estoy escribiendo así. Me duele la garganta y quizás me resfríe por dormir en pelota cuando ya se acabó el verano y hace frío. Pero odio los malditos pijamas. ¿A quién chucha le importa esto? Chao.
***En VH1 están tocando "I like big butts and I cannot lie". No esperaba estar despierto hasta esta hora para ver eso.