Yo no soy un tipo sociable. Eso ya lo sabe el lector promedio. O sea, soy bipolar y puedo serlo en exceso en ciertos días, pero no es lo usual. Me cuesta derribar los muros entre la gente y yo. Y miro y analizo y cacho los movimientos y los gestos y ese concepto tan rebuscado que es "las visiones de mundo" y de repente meto la cuchara y digo alguna tontera y, según la agudeza o la neurosis de quien esté al lado mío, resultan graciosas o no.
No sé bien cómo lo hace la gente para tener puntos de conexión cerebral (para no decir "intelectual") de forma más o menos rápida. Yo necesito saber bien a quién tengo al frente. Y cuando lo sé bien, hay dos opciones: o alucino y dejo que esa alucinación crezca naturalmente con el pasar de los días, o me lateo y hago mi rápida y silenciosa desaparición. Obvio que los segundos son los casos más recurrentes. En esos casos, efectivamente, no hay nada más que descubrir ni que aprender. En los otros, basta con que te cuenten una anécdota nerd de infancia o lo que pasó en el día o te digan una palabra mal dicha pero que suena divertida o abran los ojos de una manera especial cuando hablan de otro alguien que los conmueve, para seguirse sorprendiendo después de semanas. Para estar seguro que, si la alucinación deja de ser desbordada y teenager y comienza a tomar algo así como un cauce, nunca desaparecerá del todo. Supongo que eso es lo que algunos llaman "conexión". Échale la culpa a los químicos. Hay preguntas que no sé responder. Y que quiero responderlas con todas las ganas del mundo, pero las palabras me quedan chicas. Es ahí cuando me queda claro que hay cosas más grandes que un idioma o una ciudad. Tan grandes que asustan. Pero, por lo mismo, son un monte que no puedes dejar de escalar. Un monte sin cima, sin bandera de ningún país que clavar. Un monte en el que podrías estar el resto de tu vida sin pensar en el frío, en que se echó a perder la brújula o en cuántas provisiones te quedan. Ahora entiendo a los tipos que subieron el Everest. Antes los encontraba un poco trastornados. Bueno, todavía un poco, pero presiento que después de eso, volverán a su país, a su casa, a mirar por el balcón y a sentir que hay alguien al lado, y mucha gente detrás pero que no importa tanto. Son testigos, como los que ven en la tele a esos deportistas enajenados en busca de algo que sea más grande que ellos. Pero a veces no hay ni que buscar. Hay que abrir puertas y ventanas, eso sí. Pero el destino se las arregla para que el aire entre solo. Y ahí, tirado en un sofá, te das cuenta que todas las arrancadas anteriores valieron la pena, porque ahora estás donde tienes que estar.
sábado, 11 de marzo de 2006
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8 comentarios:
¿por qué será que uno siempre sabe bien que espera de los demás? ¿cómo hacer para que lo sepan?
estamos constantemente ensayando o tal vez imitándonos, para ver si el simulacro nos hace evitarnos los bochornos de no saber bien porque se está conversando con alguien y no con quien nos llama verdaderamente la atención de todos los que están en la fiesta.
www.espaciodeartificio.blogspot.com
Como siempre, no puedo hacer mas que asentir con la cabeza.
Que agradable leer un texto esperanzador por lo que se viene. No podria haber sido un mejor momento, JP.
Saludos
(Ya estoy de vuelta)
Gracias !!!
Quizás el idioma necesario para entenderlo todo es el Cataldez.
abrazo
Lau
he sentido conexión creo que con dos personas en mi vida y eventualmente o yo me aburri de ellos o viceversa. supongo que hay una edad donde esas cosas suceden pero yo ya estoy muy vieja y no hay más que simulacros.
huiste de mi no?????
jajajajjajajajajajajaja
desapareciste de mi no???????
o no???????????????
"No. Es sólo que uno lleva muchas personas dentro."
Creo que esa es la mejor respuesta que he recivido, muchas gracias.
Te seguiré leyendo, pero ahora no alcanzo a opinar de tu texto.
Besitos =o***
check ee
beso
lau
un post temucano.
(:
(montañas y eso)
sl2.
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