viernes, 6 de agosto de 2010
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No puedes dormir bien hace días. Unas dos, tres semanas. Tienes claro que no poder dormir es no poder parar, es no darte permiso de dejar a un lado los papeles de la mesa y largarte. Le tienes miedo a los pensamientos (dañinos) que aparecen cuando estás tratando de quedarte dormido, le tienes pánico a quedarte con la mente en blanco en tu burdo intento por conciliar el sueño. Sigues creyendo que la vida se pone más interesante de noche, que las mañanas tienen su encanto y que el mejor momento para recobrar energías es en la tarde. Te estás empezando a acostumbrar a funcionar con tres, cuatro horas de sueño. Crees que tu insomnio es un mecanismo perverso de tu mente para decirte que no te quedes tranquilo, o peor, para castigarte por las decisiones estúpidas de antes, por haber vuelto donde nunca debiste haber vuelto, por haber creído que las cosas se arreglarían solas. Las ojeras que tienes son un asunto cosmético: hasta puedes obtener cierto glamour pasando por drogadicto o profesional exitoso estresado. Si no fuera porque no te alcanza ni para pagarte un departamento de block fiscal sesentero, claro. Ahí estás, adentro de la rueda, como un hamster satisfecho que no alcanza a pensar de tanto correr en la rueda, como un fabricante coreano de iPhones coqueteando con el suicidio, como un piloto de fórmula uno corriendo en círculo, como esos adornos inútiles de metal cuya única gracia es que sus piezas se van a mover siempre a causa de alguna ley de la física que no tienes clara, y que la gente regala para los cumpleaños de alguien a quien no se conoce mucho. Cuando logras apagarte, cuando una mano mágica (a veces, con graduación alcohólica) te desconecta de la corriente y dejas de ser ese microondas enterrado en medio de Temuco, te apagas bien y no te prendes. Esa es la gracia y ese es el problema. 15 horas de sueño los fines de semana y quedas como un computador recién formateado: sociable, con ideas, con ganas de escribir. Unos días más allá, la acumulación de caché va a hacer su trabajo. El (des) equilibrio vuelve. Y los días se hacen largos pero un mes se siente como una hora, y no tienes claro que ese quote de la película que volviste a ver (the bad news is that time flies, the good news is you're the pilot) sea cierto. Por ahora, cualquiera es el piloto menos tú. Pero si el avión se cae va a ser tu culpa. Así que trata de dormir. El país de los sueños tiene buenas políticas de inmigración: el problema, como todos los tercermundistas sabemos, está siempre en el lugar de origen.
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