
Me tomo un descanso en medio de la pavada que tiene todas mis noches ocupadas. Me podría quedar dormido, pero tengo la cama tan llena de papeles y dibujos impresos y hojas de cálculo (sí, eso dije) que la sola idea de ordenar todo me produce agobio y prefiero seguir. Ya deben estar por empezar las noticias en la tele. Me gusta la revisión de los diarios. Me ahorra entrar a sus sitios web, que están cada día más engorrosos y tecnológicamente elitistas. Me gusta la idea de dormir mientras todos despiertan, y viceversa. Creo que me gustaría trabajar de editor nocturno. Tomaría kilos de café, le buscaría discusión a mi único conectado en MSN y esperaría alguna noticia adrenalínica que me saque del letargo y me haga querer salir corriendo.
Estoy haciendo algo que es una volada que se me ocurrió en Santiago, mientras iba en el metro o algo así, contando la gente que entraba y salía del vagón en cada estación. Creo que puede ser una genialidad o una idiotez mayúscula o ambas cosas a la vez. No daré más detalles hasta mostrársela a quien corresponda. La hueá es que sólo consigo avanzar realmente de noche, y eso me tiene mal. Despierto a horas impresentables, eludo compromisos con excusas vergonzosas, como mal, ando irritable y mi deadline autoimpuesto es una amenaza real. ¿Es esto lo que quería? ¿Dónde estaba la letra chica que no alcancé a leer? ¿Cómo se hace para no ver a la gente que te rodea como personajes y no provocar conversaciones idiotas sólo para ver si lo que te responden es lo que habrías escrito antes? ¿Terminaré en la Clínica Normita? No sé, ya, me copé, quiero ser vendedor de seguros de vida. El fin de semana acompañé a mi madre a comprar uno. El beneficiario soy yo, supongo que es lo menos que podía hacer. La niña que nos atendió era de lo más amable y me decía "oye, pero tú eres tan joven, yo cumplí treinta y estoy de muerte, vivo con mi mamá y ella me dice que la vida se pasa tan rápido que uno no se da cuenta, por eso es tan importante asegurarse y...". Imagino que pasar una tarde de sábado y de muchos otros días en un mall, intentando que la gente minimice su inseguridad y bote diez lucas mensuales para eso, es ver pasar la vida realmente rápido. A mí ya me parece que febrero fue hace mucho tiempo. Tomarle el peso al tiempo es, creo, vivir en serio. La vida es corta. Ochenta años es una porquería, pero para uno es to-do. Entonces, es una cosa de mínimo respeto. Esa idea es parte central de la tontera que estoy haciendo. Ojalá se entienda la idea. Ultimamente he notado que no soy bueno explicando cosas. Me enredo al hablar -y al escribir, que es como lo mismo, no?-, no termino las ideas, soy como el abuelo Simpson, parto contando algo que me pasó cuando chico y termino hablando de lo caro que está el queso Philadelphia y de paso doy la lata. Este post es ejemplo de eso. Fin.
N. de la R.: La foto es pésima, pero encuentro que esto se ve feo y poco cool con tanto texto. Así que es como el cuadro de la manzana y la sandía en la consulta del dentista.