La Laura me dice que soy quinceañero y le encuentro razòn. Hm, parece que yo lo dije primero y ella sólo lo repite cada vez que puede. No estoy seguro. Pero la cosa es que la dirección de este blog cada vez me hace menos sentido. Debería ponerle "no quiero ser adulto" y sonrojarme aún más tras teclear eso? Sería más honesto. Es la pura y dura verdad. Todos estos posts de los que me arrepentiré a los 30 dan cuenta de eso. Pero hay que aprender a lidiar. No saco nada obligándome a madurar. Tengo que dejar que la pendejez decante de forma natural. Aunque eso implique no tener planes y/o huir despavoridamente de ellos, creerme cool por no llegar a dormir a mi casa, alegar contra las corporaciones y los trámites, querer una polera con una lavadora estampada, negarme a comer sano, tratar de cerrar este blog y no lograrlo, jugar al antisocial y un largo etcétera que no estoy dispuesto a detallar.
A los cinco años me tiraba de guata en el living de mi casa de Villarrica a escuchar la Quinta Sinfonía de Beethoven que venía de regalo, en forma de cassette, con la revista Ercilla que sagradamente se compraba todas las semanas. Tenía un lago a diez pasos y una vista bacán desde la terraza. A ratos alegaba aburrimiento y mi madre me respondía "mira el paisaje, que cuando no vivas acá lo vas a extrañar". Y yo le hacía caso. Me caían mal mis compañeros de kinder y odiaba la leche que nos obligaban a tomar a media mañana en unas flaitísimas tazas azules de plástico cantando una canción. Era como un abuelo. Después, en básica, fui maduro o algo así. Hacía lo que me pedían que hiciera, cambié mi innata letra imprenta por la poco estética manuscrita que me exigían en el colegio y tenía mis arranques pero los controlaba rápido, como si me tomara un Ravotril imaginario. Más adolescente tuve una etapa de adultez joven, creyendo en "proyectos", tratando de tomarme las cosas en serio y relajarme y ser locoasí en partes más o menos iguales. Y ahora soy un pendejo y desde el año pasado quiero ser irresponsable y rayar micros y patear cosas y elegir la gente con la que quiero estar y decirles lo que mis edades anteriores me impedían.
Entonces, yo cacho que ahora se viene la niñez. Regresión total. La vida al revés. Y la sospecha de que moriré joven.
O que quizás las etapas se me alarguen y esta adolescencia bastarda y descolocada me dure mucho y su posterior infancia, aún más.
O quizás estoy exagerando -como también me dice ella- y sólo soy un pendejo tratando de pegarse el estirón y que la ropa se rompa de una buena vez para verse obligado a comprar otra, la que ahora le queda grande.
Mañana es 28 de febrero y se acaba el verano. Así que, si no llueve, subiré el cerro por última vez. Acepto compañías, aguas minerales y/o bicicletas prestadas. Tengo que gritar y tengo que cachar que Temuco es chico y que en realidad cualquier cosa es chica. Eso sólo se puede hacer desde un cerro. Tengo que cachar que puedo abrir los brazos y tirarme y que esa ciudad inmòvil de allá abajo no seguirá igual si eso pasa. Tengo que comérmela rompiendo el envase como si fuera un Chocman y no dejar que ella me coma. Y para eso, tengo que verla chica. Para eso, tengo que no ser yo el pendejo.
lunes, 27 de febrero de 2006
miércoles, 22 de febrero de 2006
Honestidad brutal
Mis lloriqueos fueron escuchados. Tengo un reproductor de mp3. Es chico, rojo, tiene esa textura como de tela de sillón que da gusto y un poco de nervio al tocarlo, y suena bien. La marca es media flaite, pero creo que el precio de estos objetos en marcas más renombradas es exagerado. Y como tampoco lo pago yo, el muy barsa, opté por un Nex. Mi madre, melómana hasta el hartazgo -aunque con algunos gustos dudosos. creo- también quiso uno, y con el doble de capacidad que el mío. Los privilegios de ser quien maneja esos pedazos de plástico que nos arreglan la vida.
El vendedor pistoleó una de las dos cajas mientras nos explicaba que podía agregar una garantía a ambos aparatos por el precio de la de uno, "como son iguales". Ahí fue cuando miré la pantalla que indicaba que estàbamos a punto de pagar dos reproductores de 256 MB. Y el muy gil de Jotapé va y le dice "oye, pero uno es de 512...". El vendedor se pega en la entreceja y pone cara de "cresta", antes de apretar varios botoncitos como robot y arreglar el error. Recién ahí caí. Idiota. Te quedas callado y te cobran dos de 256 y te dan una garantía baratísima. Pero no. Tu primer impulso fue ser honesto. Como suelo tener delirios de autoflagelación, estuve a punto de decir "no, sabes que no lo llevo, adiós" y correr hasta un baño público y patear la taza, de pura rabia. Hey, si la plata no sobra. Qué son quince o veinte lucas para una empresa como Almacenes París. Y serían muy hijos de perra si le cobran el condoro al empleado. Si cualquiera se equivoca. Aunque la posibilidad de esa última opción me calmó un poco y me hizo sentir casi un boy scout ayudando a la abuelita de turno a cruzar la calle.
No sé si sea bueno ser (tan) honesto. Idiotamente honesto. No puedo mentir. Creo que pongo una cara estúpida cuando miento y me pillan fácil. Son las consecuencias de la educación. Obvio que tampoco se trata de andar poniendo trampas para ratones por ahí, pero saber quedarse callado es importante. Y eso que no soy un tipo ruidoso precisamente.
Hay personas a las que no les quiero mentir nunca y me siento bien no haciéndolo. Aunque termine avergonzándome o convencido por un segundo de haber hablado más de la cuenta. Pero a una empresa, qué demonios. Supongo que ahí está la sutileza del mentiroso piadoso. Los brutalmente honestos no llegamos a ninguna parte, porque la brutalidad es destrucción. Así que me pongo en campaña para mentir un poco. Hasta ahora, al menos, he omitido bastante.
PD: Estoy viendo Los Simpson en FOX y no sé por qué demonios están en portugués. No le he movido nada a la tele y ni siquiera tiene SAP, así que no cacho qué onda.
PD2: Miro hacia afuera y parece Junio. Maldita lluvia. Si salgo de acá, tendría que ser por una muy buena razón. Muy buena.
El vendedor pistoleó una de las dos cajas mientras nos explicaba que podía agregar una garantía a ambos aparatos por el precio de la de uno, "como son iguales". Ahí fue cuando miré la pantalla que indicaba que estàbamos a punto de pagar dos reproductores de 256 MB. Y el muy gil de Jotapé va y le dice "oye, pero uno es de 512...". El vendedor se pega en la entreceja y pone cara de "cresta", antes de apretar varios botoncitos como robot y arreglar el error. Recién ahí caí. Idiota. Te quedas callado y te cobran dos de 256 y te dan una garantía baratísima. Pero no. Tu primer impulso fue ser honesto. Como suelo tener delirios de autoflagelación, estuve a punto de decir "no, sabes que no lo llevo, adiós" y correr hasta un baño público y patear la taza, de pura rabia. Hey, si la plata no sobra. Qué son quince o veinte lucas para una empresa como Almacenes París. Y serían muy hijos de perra si le cobran el condoro al empleado. Si cualquiera se equivoca. Aunque la posibilidad de esa última opción me calmó un poco y me hizo sentir casi un boy scout ayudando a la abuelita de turno a cruzar la calle.
No sé si sea bueno ser (tan) honesto. Idiotamente honesto. No puedo mentir. Creo que pongo una cara estúpida cuando miento y me pillan fácil. Son las consecuencias de la educación. Obvio que tampoco se trata de andar poniendo trampas para ratones por ahí, pero saber quedarse callado es importante. Y eso que no soy un tipo ruidoso precisamente.
Hay personas a las que no les quiero mentir nunca y me siento bien no haciéndolo. Aunque termine avergonzándome o convencido por un segundo de haber hablado más de la cuenta. Pero a una empresa, qué demonios. Supongo que ahí está la sutileza del mentiroso piadoso. Los brutalmente honestos no llegamos a ninguna parte, porque la brutalidad es destrucción. Así que me pongo en campaña para mentir un poco. Hasta ahora, al menos, he omitido bastante.
PD: Estoy viendo Los Simpson en FOX y no sé por qué demonios están en portugués. No le he movido nada a la tele y ni siquiera tiene SAP, así que no cacho qué onda.
PD2: Miro hacia afuera y parece Junio. Maldita lluvia. Si salgo de acá, tendría que ser por una muy buena razón. Muy buena.
miércoles, 15 de febrero de 2006
Has it come to this
Llegué de mi flash trip por Caburgua. Adivinen quién no se echó protector solar y ahora tiene marcado el final del traje de baño, con las piernas divididas en dos sectores: "blanco" y "rojo". Como sea: es la zorra estar siete horas de frente al sol con los ojos cerrados, transpirando como en un sauna cada vez más, hasta que el cuerpo deje de aguantar, y de ahí meterse al agua. Todo tiene que ser un tratamiento de shock. Si no, no vale. No se aprovecha. Al menos cuando no hay nada tan determinante en juego.
El agua estaba llena de pequeñas mierdas negras que parecían carbón o cenizas y con la Paola concluímos que, o son residuos de los asaítos-compadre de Piñera, o de las fogatas-post-hippies de la Bachelet.
Necesito un reproductor de mp3 aquí y ahora. Me hace falta. Ya dije que es lo único material que no tengo y me está siendo imprescindible.
Este blog está muy ombliguista y me está empezando a caer mal. Quizás debería subir cuentos o algo por el estilo, pero a) no tengo ninguno nuevo y que me deje realmente satisfecho, y b) tengo la cabeza demasiado puesta en ciertas cosas reales como para estar pensando en cuentitos. Cuando inauguré mi segundo blog, pero primero para efectos, digamos, biográficos (el anterior no lo conoció casi nadie y estuvo alojado en un sitio que ya no existe), estaba pensando en mis amigos y en no aburrirme en una tarde de verano de 2004. Calurosa, con Coca Cola y dos hielos, sin nadie en la casa. Entro a ese cementerio de blogs que ahora es 20six (aka 20sick) y no puedo evitar avergonzarme un poco. Escribo muchas hueás y a usted no tienen por qué interesarle. Se supone que uno tiene que aportar algo al mundo, o al menos a la gente que lo rodea. Y si lo hago, nunca es premeditado. La Laura me dice mucho que uno tiene que ser generoso. Y yo antes era considerado al menos. Detesto esas actitudes del tipo "no me gustó tu postre, pero me lo estás dando así que me lo como igual y te digo que está rico". Son hipócritas, no ayudan. Me temo que cuando chico las hacía, pero luego las erradiqué de forma casi militar pero de repente me fui al extremo. Uno se tiene que importar pero a la vez tiene que cachar que no es el centro del mundo. Capitalismo bien entendido. Pero este blog es capitalismo salvaje. Puta, de aquí a marzo lo mejoro. Lo prometo.
El agua estaba llena de pequeñas mierdas negras que parecían carbón o cenizas y con la Paola concluímos que, o son residuos de los asaítos-compadre de Piñera, o de las fogatas-post-hippies de la Bachelet.
Necesito un reproductor de mp3 aquí y ahora. Me hace falta. Ya dije que es lo único material que no tengo y me está siendo imprescindible.
Este blog está muy ombliguista y me está empezando a caer mal. Quizás debería subir cuentos o algo por el estilo, pero a) no tengo ninguno nuevo y que me deje realmente satisfecho, y b) tengo la cabeza demasiado puesta en ciertas cosas reales como para estar pensando en cuentitos. Cuando inauguré mi segundo blog, pero primero para efectos, digamos, biográficos (el anterior no lo conoció casi nadie y estuvo alojado en un sitio que ya no existe), estaba pensando en mis amigos y en no aburrirme en una tarde de verano de 2004. Calurosa, con Coca Cola y dos hielos, sin nadie en la casa. Entro a ese cementerio de blogs que ahora es 20six (aka 20sick) y no puedo evitar avergonzarme un poco. Escribo muchas hueás y a usted no tienen por qué interesarle. Se supone que uno tiene que aportar algo al mundo, o al menos a la gente que lo rodea. Y si lo hago, nunca es premeditado. La Laura me dice mucho que uno tiene que ser generoso. Y yo antes era considerado al menos. Detesto esas actitudes del tipo "no me gustó tu postre, pero me lo estás dando así que me lo como igual y te digo que está rico". Son hipócritas, no ayudan. Me temo que cuando chico las hacía, pero luego las erradiqué de forma casi militar pero de repente me fui al extremo. Uno se tiene que importar pero a la vez tiene que cachar que no es el centro del mundo. Capitalismo bien entendido. Pero este blog es capitalismo salvaje. Puta, de aquí a marzo lo mejoro. Lo prometo.
domingo, 12 de febrero de 2006
If I were a Carpenter
Acabo de dar vuelta toda mi pieza. Ahora mi velador-revistero y (más rato, porque cansa la hueá) mi equipo vintage National Panasonic están en el lugar donde antes estaba el escritorio del computador, que ahora tengo al lado de la ventana, para que no le llegue luz del sol al monitor y para que usted, señor o señorita psycho, no pueda ver desde su auto, micro o vereda si el joven jotapé está inmerso en la mátrix o no. No alimentaré más vuestro morbo.
Ayer recordé todo lo que no puedo dejar atrás, juntándome con casi puros periodistas en la casa de la Laura. Estaba la Pame que es abogada y lee sumarios y le gusta; Shango, a quien no veía hace mil, junto con Nadia y Pancho, todos fieles representantes del mediors del cual tanto aborrezco. Pero lo pasé bien. Y eso que yo era EL adolescente ahí, con mi confusión juvenil, mis despertadas tarde y mis poleras. Lo siento, siempre seré el teen de la pandilla. Es una cuestión de actitud. Después empecé a tirar mis teorías sobre la autodestrucción y la elección del sufrimiento, pero demonios, después de litros de cerveza no las sé explicar tan bien y no me la compraron. Ni yo la entiendo bien. Son de esas que pienso antes de acostarme o en la ducha o sentado en el patio de comidas del mall y de repente llega la idea y digo "jackpot!" cuando tengo la frase y la anoto en un cuaderno o una servilleta que inevitablemente extraviaré media hora más tarde. Y ahí quedan las teorías. En el limbo de las teorías mulas fallidas que pudieron cambiar el mundo.
El título de este post es porque anoche me puse a bajar mp3s de Sonic Youth (so 90s) y encontré el cover de Superstar y llegué de amanecida a mi casa a bajar más mp3s de ese disco. Y todo fue muy cósmico porque en la semana estuve pegado con la canción de Johnny Cash que dice if i were a carpenter, and you were a lady, would you marry me anyway?. A los 80 quiero ser como Johnny Cash.
Y como sé que el 98% (cifra premeditadamente exagerada) de los que leen este blog son periodistas o estudian (risas pregrabadas) la carrera, pues feliz día de la prensa, muchachos. Yo tampoco sabía que lo era hasta ayer. Chao, me voy a tomar helado.
Ayer recordé todo lo que no puedo dejar atrás, juntándome con casi puros periodistas en la casa de la Laura. Estaba la Pame que es abogada y lee sumarios y le gusta; Shango, a quien no veía hace mil, junto con Nadia y Pancho, todos fieles representantes del mediors del cual tanto aborrezco. Pero lo pasé bien. Y eso que yo era EL adolescente ahí, con mi confusión juvenil, mis despertadas tarde y mis poleras. Lo siento, siempre seré el teen de la pandilla. Es una cuestión de actitud. Después empecé a tirar mis teorías sobre la autodestrucción y la elección del sufrimiento, pero demonios, después de litros de cerveza no las sé explicar tan bien y no me la compraron. Ni yo la entiendo bien. Son de esas que pienso antes de acostarme o en la ducha o sentado en el patio de comidas del mall y de repente llega la idea y digo "jackpot!" cuando tengo la frase y la anoto en un cuaderno o una servilleta que inevitablemente extraviaré media hora más tarde. Y ahí quedan las teorías. En el limbo de las teorías mulas fallidas que pudieron cambiar el mundo.
El título de este post es porque anoche me puse a bajar mp3s de Sonic Youth (so 90s) y encontré el cover de Superstar y llegué de amanecida a mi casa a bajar más mp3s de ese disco. Y todo fue muy cósmico porque en la semana estuve pegado con la canción de Johnny Cash que dice if i were a carpenter, and you were a lady, would you marry me anyway?. A los 80 quiero ser como Johnny Cash.
Y como sé que el 98% (cifra premeditadamente exagerada) de los que leen este blog son periodistas o estudian (risas pregrabadas) la carrera, pues feliz día de la prensa, muchachos. Yo tampoco sabía que lo era hasta ayer. Chao, me voy a tomar helado.
miércoles, 8 de febrero de 2006
La mala memoria
Diablos, se me había olvidado lo mucho que me gustaba el pan con palta. Soy miembro de esa juventud criticada por el insoportable Casimiro H.V. Como pan con palta y tengo arrebatos noventeros y después de esos arrebatos me doy cuenta de que los 90 son la única década que valía la pena. Cómo se me fue a olvidar todo eso.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)